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La pompa de jabón que va a explotar


Las costas atlánticas conviven a diario con atardeceres que rozan lo mágico, lo ancestral. Su localización en el Oeste peninsular las convierte en lugares privilegiados donde presenciar las mejores despedidas del día. Ese momento en el que el ocaso se apodera del ambiente, donde se instaura el aura capaz de hipnotizar, y donde la gente acude en masa, casi de forma obligatoria, para soñar, para dejarse llevar.

Preciosas localizaciones donde puede presenciarse una aventura hipnótica, a la vez que peligrosa. Una carretera en las alturas que bordea un acantilado. Allí abajo, el grotesco y violento oleaje que golpea las rocas. Desde arriba, las mejores vistas del lugar con esa preciosa tonalidad anaranjada de un atardecer. Todo es precioso, pero es puro maquillaje. Se trata de una carretera peligrosa, que es capaz de hacerte caer en cualquier momento por su escasa anchura. Una única dirección del tráfico que no priva de restar cuidados y medidas. Pero todos acabaremos hipnotizados, olvidándonos del peligro de accidente, casi de tragedia.

Una metáfora que refleja la situación del fútbol en la actualidad. Grandes fichajes, los mejores traspasos del fútbol europeo y mundial se producen a diario. Operaciones económicas de tono casi vulgar por sus estratosféricos volúmenes. Cientos de millones de euros que se transaccionan semanalmente como si de pura mercancia se tratara. Todo parece precioso, como los atardeceres de las costas atlánticas. Pocos se quejarán de ello. ¿A quién no le gustaría, desde el factor objetivo, cambios de equipo para Neymar o Cristiano Ronaldo, como se ha rumoreado las últimas semanas? ¿A quién no le gusta ver cómo operaciones de Pogba o Lukaku al Manchester United, o Álvaro Morata al Chelsea acaban produciéndose? Pura fantasía que nos traslada temporalmente a nuestras adolescencias, cuando dedicábamos horas y horas a hacer nuestras plantillas en videojuegos. Pero ahora es realidad, ahora es la preocupante realidad instaurada en el mundo del fútbol.

Una burbuja del fútbol que sigue inflándose, que sigue ganando volumen, mientras los aficionados miramos al foco, a la luz, como si fuéramos minúsculos mosquitos, como si fuéramos moscas que acuden a un trozo de melón dulce que alguien ha dejado en la mesa después de la clásica paella dominical. La burbuja sigue creciendo y el mundo del fútbol cada vez más se aleja de lo puramente deportivo para otorgar importancia y relevancia a lo económico. Dinero, inversiones, arcas doradas. Cada vez más. Una situación cuyo camino direcciona el mundo del fútbol hacia el precipicio, cuando las deudas dejen de ser virtuales y se confirmen como algo real, cuando todo explote y a muchos coja de imprevisto, como esa liebre que se ve sorprendida en una solitaria carretera a las afueras de Albacete.

¿Qué ocurrirá entonces? ¿Por qué nadie hace nada para evitarlo? ¿Por qué se produce todo lo contrario, facilitando que siga creciendo?

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