Me ocurre algo a diario. Todos los días. En mi cuenta principal de Twitter comparto contenidos de todo tipo, ya sean noticias, artículos, y evidentemente también opiniones o tweets más orientados a crear debate. Pero ocurre algo curioso, incluso extraño, aunque realmente sea más normal de lo que podemos asimilar más fríamente. Un servidor afirma que algo es X, y siempre habrá alguien que te diga que no, que es Y, pero a su vez otra persona, con la misma intención de imponer su opinión, afirmará que no es X ni Y, sino que es N.
La verdad no existe. Sólo reflejos de lo que aparentemente parece ser verdadero. Un haz de luz que se asemeja a aquello que tenemos memorizado o recreado mentalmente para la ocasión. Un objeto será rojo, pero para unos será rojo sangre y para otros será rojo manzana. Ambos defenderán que es rojo, defenderán la misma base, pero no estarán de acuerdo y tenderán a una batalla dialéctica por imponer el criterio tonal de su postura.
Me hice eco de una afirmación de Alexis Sánchez, jugador del Arsenal, sobre su futuro: "Quiero jugar la Champions League. El club lo sabe, pero todavía espero su respuesta". Evidentemente, las aspiraciones del futbolista chileno serían dejar el club londinense, ya que los Gunners no disputarán la próxima edición del máximo torneo continental. A continuación, apunté que el Arsenal no está dispuesto a venderle al Manchester City, equipo que es prioridad del jugador y que, como afirma él, se ajustaría a sus pretensiones y expectativas, porque se trata de un rival directo por el título en Inglaterra.
Partiendo de la postura del club, entendía que me parecía curioso cómo el argumento que ahora parece válido para Arsène Wenger, manager del club, no era así, no se planteaba de estar forma, hace unos años, cuando futbolistas como Kolo Touré, Adebayor, Samir Nasri, Gael Clichy o Sagna cambiaban de aires, haciendo las maletas desde el Emirates Stadium con destino Manchester para firmar por el Manchester City. Ahí, parece, el conjunto Citizen no era rival.
A partir de ahí, las menciones dispares, diversas, con diferentes tonos y resoluciones. Y todos creían, o querían, llevar la razón. Por un lado, los que afirmaban que era otra época en la que el Arsenal tenía que pagar su estadio y no disponía de dinero. Por otro lado, los que afirmaban que Wenger tiene un doble discurso según sus intereses. Un mismo planteamiento, diferentes puntos de vista, y todos reales, todos con argumentos válidos según los contextos. Sin embargo, entre ellos, defendían sus posturas favoreciendo unas y, en consecuencia, eliminando las otras, sin darse cuenta realmente que ambas podían tener sentido, que ambas tienen validez, son reales, lógicas.
La verdad verdadera no existe.