El pasado sábado se disputó el último Clásico de la temporada en el fútbol español. El Real Madrid venció 2-1 al Barcelona en el Alfredo Di Stéfano y consiguió comprimir al máximo la zona alta de la clasificación. A este resultado se le sumó el empate del Atlético de Madrid en el Benito Villamarín, ante el Real Betis Balompié, lo que provocó que la distancia entre los tres aspirantes sea de apenas dos puntos.
Un encuentro, el Real Madrid-Barcelona, que se convirtió en una de las grandes citas futbolísticas del fin de semana. Por los clubes participantes, por lo que había en juego, por su Historia. Era el partido más esperado.
El encuentro finalizó con triunfo por la mínima para los de Zinedine Zidane, pero hubo jugadas que pudieron determinar el resultado final de multitud de formas diferentes. Una de ellas, un saque de esquina lanzado desde la banda derecha del ataque barcelonista.
Leo Messi, su lanzador. El resto, los espectadores de lujo de un golpeo que pudo ser vital, determinante, a la vez que auténticamente lujoso. El delantero argentino del Barcelona golpeó desde el córner y su centro se convirtió en una genialidad en forma de lanzamiento hacia la portería. Una sorpresa. Una jugada inesperada con desenlace lógico (no fue gol), pero que el balón golpeara en el poste derecho de la portería de Thibaut Courtois supuso un desenlace digno de un genio.
El fotoperiodista Sergio Pérez (Reuters) captó la instantánea con una de las imágenes más comentadas de las últimas horas. Todos. Absolutamente todos. Posibles beneficiarios, posibles afectados, el lanzador, incluso el juez de línea. Todos. Absolutamente todos. Todos con sus respectivas miradas puestas en un balón que ya había decidido, que había sorprendido a todos los presentes. Miradas de sorpresa, de expectación, incluso de miedo. Courtois, Casemiro, Mingueza. Sus rostros entremezclaban la sorpresa con el temor o ilusión (según intereses) de una jugada que estuvo cerca de tener un final absolutamente inesperado.
Una jugada muy comentada que, después, una vez conocido el ajustado 2-1 para el Real Madrid, podría haber sido el gol de la igualada. Un gol que, de haberse concretado, podría haber sido antológico. Pero no. No entró. Sí dejó una maravillosa instantánea que algunos han llegado a calificar de arte por la expresividad de sus protagonistas. Pánico, ilusión, sorpresa. El balón no tenía dueño. El destino había decidido, y nadie podía hacer nada. No entró, pero nadie pudo evitar nada, ni lo ocurrido ni un resultado contrario.
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