El Crystal Palace es el defensor por excelencia del sur de Londres en la Premier League. Mientras el resto de equipos se localizan en la parte norte del río Thames, o muy cerca de él en la zona sureña, los Eagles son los máximos representantes de la élite del otro Londres. Allí, en el Londres menos mediático, en el que menos focos recibe (dentro del contexo de la metrópoli que representa), se erige orgullosamente Selhurst Park.
La cultura futbolística del Crystal Palace les permite ser considerados un equipo diferente. Detalles pequeños que fuera de las islas británicas pasarían casi desapercibidos, o no destacarían, sí tienen su análisis en el contexto insular. Detalles como el concepto ultra (más cercano a lo continental, al otro lado del mar del Norte, y no tanto en Inglaterra) en uno de sus fondos, la presencia de las Crystal Girls (cheerladers en el mundo del fútbol), su personalidad sureña en la casi infinita Londres, su presencia más cercana al descenso que a las plazas altas. Detalles que crean y sitúan un contexto, al menos, diferente.
Allí, en ese escenario alternativo, el Crystal Palace está trabajando firmemente en asegurar su futuro. Asegurar su futuro en materia de nombres, de jóvenes valores. Si dos jóvenes futbolistas han explotado en las últimas dos temporadas en las filas londinenses han sido, seguramente, Michael Olise y Eberechi Eze. De la mano del siempre carismático Roy Hodgson, ambos jugadores no sólo comenzaron a tener minutos en la élite, sino que, además, se han consagrado como prematuras estrellas que han acabo convirtiéndose en realidad.
Los Eagles, consciente del contexto, han realizado dos movimientos tan fieles como reales, tan importantes como ilusionantes. En agosto, tras varias semanas de rumores, Michael Olise firmó su nuevo contrato profesional, hasta 2027. Más recientemente, hace unos días, el club emitía el comunicado correspondiente a la renovación contractual de Eberechi Eze, también hasta 2027.
Dos movimientos muy analizables:
La voluntad de los futbolistas de, pese a su juventud, y su capacidad de no dejarse llevar por los cánticos de sirena que han llegado tras su explosión deportiva.
El poder institucional del club para, pese al ruido a su alrededor, ser capaces de retener a sus diamantes.
La normalidad de que todo fluya, sin más, sin forzar problemas o situaciones incómodas.
Podrán marcharse en el futuro (seguramente, ocurrirá), pero son conscientes de los tiempos que son precisos en una carrera deportiva.
Sus respectivas renovaciones crean un ambiente de positivismo absoluto jugadores-club-grada.
El Crystal Palace renueva su futuro, y lo hace sin generar demasiado ruido. Están realizando un aparente fantástico trabajo, con gestiones lógicas, con movimientos necesarios para sus intereses, con la capacidad de silenciar posibles incendios y con el poder institucional para que acabe ocurriendo y no, en cambio, ser incapaces de evitar su salida.
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