Tengo ganas de que empiece la próxima temporada en la Premier League por muchas razones. Muchísimas razones. Son muchos los puntos concretos, detalles individuales, que me generan sensaciones de atracción y que, en su conjunto, provocan que el torneo inglés sea el que más simpatía, interés y amor personal me generan.
Las faltas de Ward-Prowse.
La luz de los estadios cuando entra el horario de invierno.
La realización televisiva.
El derbi de Manchester.
Los balcones cerca del Community Stadium de Brentford.
Las pompas de jabón y el Pretty Bubbles in the air del London Stadium.
Pep Guardiola y todo lo que le rodea.
El Marching on together de la grada de Ellan Road.
Las celebraciones de Aaron Ramsdale.
Los resúmenes y análisis del Match of the Day.
El incansable olfato goleador de Jamie Vardy.
El Blue is the colour de Stamford Bridge.
La excusa del fútbol para aprender inglés.
La histórica rivalidad entre Manchester United y Liverpool.
Las escaleras de Villa Park.
El liderazgo de Kevin De Bruyne.
Las fotografías de agencias que te sumergen en el ambiente local de los partidos.
Las trompetas del King Power Stadium cuando salen los jugadores.
La técnica de Thiago Alcántara.
La música de Z Cars en Goodison Park.
La grada visitante de St. James' Park.
El Yes cuando hay un gol.
La capacidad de definición de Harry Kane.
El North London Derby.
La personalidad de Jurgen Klopp.
La grada de Craven Cottage junto al río Támesis.
La personalidad de Thomas Frank.
El cartel-póster gigante en la esquina del Vitality Stadium.
La música siempre presente en la grada.
La producción audiovisual de contenidos de la competición.
El ambiente 'continental' de Selhurst Park.
El carácter de Heung-min Son.
El You'll Never Walk Alone de Anfield.
Pues eso.
