Dicen que el vino mejora con los años y, si no es por un mal estado del tapón o la botella, suele ser verdad. En el caso de Aduriz, ningún problema. El vino es bueno, el tapón está en plenas condiciones y la botella se ha conservado en el mejor de los estados. Todo ello en contexto romántico, siempre apetecible para conocer su historia, como son el Athletic Club y San Mamés, como son Bilbao, su cultura y su historia. La eterna historia que Aritz se empeña en que siga igual, así: eterna.
A sus 38 años, Aduriz sigue maravillando, sigo siendo un genio del fútbol, un obrero del gol incansable, con un olfato goleador que tiene crédito infinito. Un tipo que mezcla calidad y experiencia a partes iguales para que su edad no se convierta en un hándicap, sino en una solución para que el histórico conjunto vasco siga siendo referencia en el fútbol español. Frente al Barcelona volvió a aparecer como él sólo sabe, como el genio de la lámpara que tiene deseos infinitos por cumplir con los suyos. En apenas un minuto, instantes después de saltar al campo (fue suplente) hizo estallar de júbilo a la Catedral, hizo estallar de absoluta felicidad a la grada.
El cuadro perfecto de un pintor. La canción imborrable de un cantante. El plano secuencia realizado a la primera de un genio del cine. Una obra de arte digna de un artista. Un gol precioso. El remate de Aduriz, de primeras, deteniendo el tiempo cuando muchos daban por bueno el empate y cuando otros lo catalogaban de tropiezo. Un gol de bella factura que ya va a optar a ser uno de los mejores de la temporada cuando el campeonato firmaba sus primeros pasos.
Ante el Barcelona, en la primera gran cita del verano, cuando más duele, sobre la bocina, cuando todo parecía condenado a la igualada. Por su belleza, por lo que supuso para el Athletic Club, por lo que puede suponer a nivel mediático en próximos días. Todo en su conjunto. Parece el gol perfecto, y llega de un tipo que anunció hace unos días que dejará el fútbol a final de temporada. El fútbol español empezó a lo grande. Con sorpresa, con emoción, con un desenlace digno de megaproducción cinematográfica. Y con Aduriz.
Sé que pido mucho, pero no te retires nunca, Aritz.