Tenemos muchas ganas de hablar de fútbol, de que vuelve la rutina anual del partido semanal, de que todo eche a rodar y de ver cómo se van gestando las grandes ligas y los grandes torneos. Es así. El verano está bien en muchos aspectos, pero las pretemporadas son para que los equipos se preparen, cojan el ritmo poco a poco. Y para que los fichajes, los movimientos de mercado, generen mucho contenido. Eso también, sin duda. Pero que nadie caiga en el error de hacer análisis sólidos, ni serios. Que nadie cometa el fallo de sacar conclusiones a estas alturas de temporada, porque como su nombre bien dice se trata de la pretemporada. Antes de la temporada.
No ha empezado nada. No ha iniciado nada. No se ha dado el pistoletazo de salida al nuevo curso deportivo. Las ganas de fútbol y la ilusión en muchos casos nos hace comentar más allá de lo que se debería, pero que un equipo gane, empate o pierda, o que un equipo marque más o menos goles, tiene poca más importancia de ir ganando confianza para lo que ya empieza a verse en el horizonte. Lo serio, lo esperado, ya se ve en la distancia, pero hasta entonces los análisis, reitero, deben ser comedidos. Evidentemente, pueden hacerse. “Esto puede salir así...”, “Este jugador lo está haciendo bien...”, “Este fichaje ilusiona, a este le cuesta más...”. Sí, claro. Pero ya.
No destierren a unos, ni critiquen a otros. No elogien demasiado a unos ni hablen de aciertos totales de otros. Son partidos amistosos de pretemporada, de preparación. Son entrenamientos con público para ir probando esquemas, cambios, ideas, ante rivales cuyos planteamientos se desconocen.
Pueden hacerse partidillos de entrenamiento, pero todos los implicados conocen la filosofía, las jugadas, los movimientos, los apoyos. Ante un rival desconocido, no. Ante otro equipo, no. Y es por ello que se realizan este tipo de calendarios deportivos veraniegos, para usar al enemigo como campo de pruebas, para seguir cogiendo minutos físicos en las piernas, para que poco a poco las vacaciones queden atrás para ir encarando un nuevo curso deportivo que pronto arrancará.
Simplemente, disfruten, intenten ilusionarse poco a poco sin excesiva efusividad, vean los primeros pasos de sus respectivos equipos, presencien los primeros detalles de esos fichajes ilusionantes, descubran a esas caras nuevas que no conocían tanto. No vayan más allá porque realmente sirve de poco. Que un jugador no rinda ahora no quiere decir nada. Que un equipo no gane, o no pierda, puede ser un punto de vista a tener en cuenta, pero su contador en la tabla sigue a cero. Sirve de poco más allá de rellenar contenidos y de generar debates en la playa o la piscina. Incluso en el chiringuito, si así lo desean. Pero poco más. Incluso cuando en el mes de agosto inicie todo y los resultados lleguen, o no.
Es pronto. Todo está por determinar, por perfilar, por pulir, incluso por cerrar. Las palabras acabarán en cubos de basura de los cuales nadie sabrá dentro de un mes, incluso la semana que viene. El vicio del comentario rápido, sin pensar, sin meditar. Una necesidad incontrolable por analizar de forma rápida, casi fugaz, antes que nadie, incluso sabiendo muchas veces que no tiene sentido. Un vicio interior que impulsa a expulsar, a hacer visible. Pero lo importante: nada de lo que ocurre en verano debe ser vital.
Un pasatiempo. Un entretenimiento estacional, temporal. Sí, vale, pero nada más allá, porque será un error, porque no valdrá de nada. Un equipo puede firmar una pretemporada negativa y ganar la liga en el mes de mayo, o mejor, ser campeón de Europa.