Podríamos hablar del misterio de esa lluvia que caía durante el Bélgica-Túnez (5-2) pese a hacer sol. Pero eso lo dejaremos para otro día. Jugaba Bélgica. Jugaban Eden Hazard, Kevin De Bruyne y el resto de un combinado belga que en los últimos años han creado una romántica expectativa sobre sus respectivas cabezas. Son muy buenos. Un equipo joven, lleno de calidad, con grandes focos mediáticos que, además, cuenta con un siempre competente entrenador, como es el caso de Roberto Martínez. Y sí, a su lado, sin cobrar (el sueldo que recibe de la Federación Belga lo dona a una ONG), un mito: Thierry Henry. ¿Entienden, ahora, el rendimiento de Lukaku?
Jugaban grandes futbolistas, pero uno sigue sobresaliendo de forma innata, de forma natural, como si de un prodigio vital se tratara. Se llama Eden, se apellida Hazard, y pertenece a una peculiar familia que respira fútbol por los cuatro costados, empezando por su madre y su padre, para seguir con sus hermanos. Eden Hazard es una de las grandes estrellas de Bélgica y de este mundial de Rusia 2018, y ya empieza a sellar casillas que confirman lo que llevamos viendo años en el Chelsea: es un show.
Ante Túnez, un doblete. Pero no un doblete cualquiera. Un doblete acompañado de un partido donde se convirtió en el gran líder belga, en el faro del juego, en el mago que puso al servicio del show su más delicada varita. Es muy bueno, y sus sonrisas sobre el césped así lo plasman. Él lo sabe. Se sabe consciente del gran foco que recae sobre su figura tanto a nivel de clubes como de selecciones.
La estrella belga del Chelsea vive su mayor grado de madurez futbolística y cuenta con una virtud que no todos los jugadores tienen. Cuando el balón cae en su poder, cuando tiene espacios, cuando tiene un rival cerca. Da igual. Él sale adelante, él se deshace de rivales, él encara, él define. Es un futbolista privilegiado y Roberto Martínez debe sentir un cosquilleo especial en el estómago al recordar que cuenta en sus filas, a su favor, con un futbolista de semejante definición y determinación.
Su temporada en el Chelsea no ha sido la mejor. De hecho, no lo ha sido para el conjunto londinense. Algunas voces sabias en los rincones cercanos a Stamford Bridge, a medianoche, aseguraban que el rendimiento de Hazard estaba muy condicionado al final de temporada. De menos a más. Así se llegó a afirmar. Y así está pareciendo ser. Tras una discreta, que no mala, campaña luciendo el 'blue' del Chelsea, aquellas voces parecían no estar equivocadas ni desentonadas. Hazard está rindiendo en Rusia 2018, en el gran evento del año, con su país, con su selección, forzando el catálogo visual, exprimiendo el jugo de su show, de su fútbol.
Tras un discreto debut ante Panamá (seguramente como el resto de combinado belga), Hazard apareció para liderar a Bélgica ante Túnez, apareció para satisfacer a millones de aficionados que volvieron a maravillarse, volvieron a quedar atrapados, hipnotizados. Regates marca de la casa donde su tren inferior bajo se pone al servicio del espectáculo. Un doblete para empezar a colocarle en los primeros puestos de la Bota de Oro del campeonato. Una actuación individual que volvió a colocarle en el mapa mundial.
Apareció Hazard, apareció Eden, y volvió a cumplir Bélgica el guión preestablecido. Y que nadie se ponga nervioso, ni tenso, pero el Grupo G se cierra con un Inglaterra-Bélgica en la última jornada de la Fase de Grupos. Ahí estará Hazard ante el país donde hace su día, ante el combinado nacional que le enfrentará a más de una cara conocida, al equipo cuyo torneo doméstico le permite ser considerado uno de los mejores jugadores del mundo.
