Captura realizada de Movistar Fútbol en la previa del Leicester-Everton
Siempre he preferido el cambio de hora que hemos vivido este fin de semana al que viviremos de cara a verano. Siempre me ha parecido más especial. La gente afirma que nos quitan una hora de luz solar, y sí, puede ser cierto, pero todo coge un aura diferente, y sabía que iba a ocurrir en mi tarde dominical de Premier League.
Tengo la manía, el defecto, o incluso la virtud, de viajar, de trasladarme mentalmente a los partidos que veo. Es por ello que, quizás, me resulte atractivo un Swansea-Southampton, un West Ham-Brighton o, como ocurrió este fin de semana, con el Leicester-Everton. Sabía que el cambio de hora iba a dejar bonitos atardeceres, luces diferentes en los estadios. Esas pequeñas rendijas estructurales que dejarían pasar la luz solar harían que el aura de los encuentros adquirieran momentos especiales. Y así hasta el próximo cambio de hora. Es maravilloso. No entiendo cómo la gente no valora estos detalles. Seguramente yo sueñe y me evada en exceso, pero son esos pequeños detalles los que me hacen sentir bien.
Y sí. Sabía que el Leicester-Everton (2-0) iba a dejarme alguna imagen preciosa. Lo sabía porque las 17:00 (hora de inicio) llamaba a ello, y ocurrió. Ni siquiera tuvo que empezar el encuentro para dejarme el flash que buscaba, para dejarme el frame que mi mente memorizaría para trasladarme, para ver esa grada con luz otoñal, para permitirme disfrutar de un nuevo atardecer en Leicester.
Me gusta el Otoño. Me gusta esta etapa del año en la que el calor empieza a irse, en la que los abrigos ya son bienvenidos, en los que las Coca-Colas fresqueras dejan paso a charlas de café y chocolate caliente, donde los sudores impertinentes dejan paso a tardes-noches de sofá, peli y manta.
