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La liberación de Gonzalo


Liberación. Aire fresco a una pierna que ha llevado escayola durante meses. Quitarse las zapatillas al llegar a casa tras un duro día de trayectos. O incluso dejar en el suelo una mochila cargada que has transportado durante demasiado tiempo. Eso es. Liberación. Esa sensación de libertad tras haber conseguido algo que necesitabas, que añorabas, que deseabas desde hacía mucho.

Gonzalo Higuaín fue el claro ejemplo de la liberación personal con su doblete en el Stade Louis II de Mónaco. La Juventus, gracias a los dos goles del delantero argentino, daba un gran paso adelante en la eliminatoria y sus aspiraciones de estar en la próxima Final europea de Cardiff son firmes, virtualmente muy cómodas. Queda la vuelta en Turín, pero ya son muchos los aficionados bianconeri que ya sueñan, que ya planifican mentalmente un viaje deseado a la capital de Gales.

“Nunca aparece en grandes citas”, “Se viene abajo cuando la presión es máxima”. Frases que han ido relacionadas al atacante albiceleste durante su carrera deportiva y que ha ido arrastrando durante años, haciendo cada vez más el peso mayor, la bola más grande. Pero llegó la Costa Azul. Llegó la Riviera Francesa, llegó la visita al estado monegasco en uno de los últimos cruces de la Champions League.

De nuevo Higuaín ante una gran cita. Quizás no tan definitiva como una Final, por aquello del doble partido, pero de nuevo titular para intentar favorecer los intereses de los suyos. Su vida cambió con su llegada Italia, pero a su vez añadió más presión. Tras una temporada maravillosa, fantástica, demoledora, en las filas del Napoli, el mercado explotaba en materia económica traspasando al ‘Pipita’ a la Juventus el pasado verano. Un traspaso estratosférico en muchos términos. Evidentemente económico, por los 90 millones que desembolsó el conjunto de Turín, pero a su vez personal, ya que fichaba por el histórico rival del Napoli.

Un delantero a quien siempre se le señalaba como víctima de la exigencia, de la máxima presión. Pero apareció. Tumbó la muralla de las críticas, de los comentarios negativos nada constructivos. La celebración de Higuaín tras el 0-1 es el claro reflejo de la liberación, de la explosión personal para callar a todos aquellos que le subrayaban los defectos en lugar de dar relevancia y foco a sus virtudes. Lo había hecho. Lo había conseguido. Viendo su celebración, le faltó pista de atletismo para correr y festejar.

Pero hubo más. Hubo más festividad albiceleste cuando conseguía en la segunda mitad el 0-2 que daba un auténtico golpe sobre la mesa de su equipo. El objetivo de marcar a domicilio se había cumplido. El objetivo de no encajar también estaba cubierto. Un resultado perfecto, prácticamente rotundo, y además con la liberación de Higuaín.

Muchos ya hablan de que ha roto la maldición, de que este partido en Mónaco le ha preparado de cara a futuras grandes citas y, por arte de magia, rendirá a partir de ahora, por ejemplo, en una hipotética Final en Cardiff, en caso de clasificación.

Se quitó la mochila de la presión. Silenció las críticas, silenció a los detractores y rindió en una gran cita, bajo la máxima mirada del fútbol europeo. La liberación de Higuaín parece ser una realidad.

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