Este es un post que estaba en la recámara desde hace varios, muchos, días.
Quiero hablar de Hogwarts Legacy, de lo que representa, de lo que supone y lo que sentido desde que se publicó el último gameplay.
Una ilusión máxima. Un cosquilleo especial que hacía muchísimo tiempo que no sentía. Siento algo idéntico a lo que crecía en mi estómago cuando la saga de películas estrenaba una nueva producción.
Hogwarts Legacy es el videojuego que todo Potterhead esperaba desde que éramos pequeños. Tener la posibilidad de descubrir cualquier rincón de Hogwarts, de pasear tranquilamente, con total libertad, por los interiores, por los exteriores, es una oportunidad única de sentirse alumno de la más prestigiosa de las escuelas de magia y hechicería del mundo.
Este videojuego va a tener un enorme sentimiento, un enorme carácter pasional, pero, sobre todo, lo va a conseguir con una puesta en escena extraordinaria. La idea no es novedosa. Es, seguramente, algo muy esperado. Sólo faltaba que alguien pudiera hacerlo. Hacerlo bien, claro. Y parece que Hogwarts Legacy es el tan esperado resultado.
No sólo el gameplay es espectacular y crea un hype gigante, sino que los comentarios negativos son prácticamente nulos. Ni críticas al comportamiento del videojuego, ni a la puesta en escena, ni las expectativas que puede haber creado.
Es una especie de sueño hecho realidad. Cuando era pequeño, en pleno apogeo de las películas, en plena fabricación de mi sentimiento Potterhead, soñaba con conseguir planos de Hogwarts para fabricar mi propio castillo. Por aquel entonces, empezaba a estudiar Tecnología en el colegio y el contacto con materiales y herramientas me hizo creer que sería capaz de crear mi propia versión del castillo. No, no lo conseguí. Sí busqué planos, recopilé imágenes de habitáculos y soñé, soñé muchísimo. Pero todo quedó en aquello.
Ahora, con Hogwarts Legacy, ese pequeño sueño y deseo de tener a mi disposición Hogwarts es una sensación demasiado mágica (nunca mejor dicho), especial y esperada como para dejarla en el olvido. Insisto, vuelvo a sentir la misma sensación que tenía justo antes de un estreno cinematográfico y eso, personalmente, son palabras mayores.
Qué ganas tengo, por favor.
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