Eran cerca de las cinco de la tarde. Me prepara un café vespertino y, de repente, me trasladé mentalmente a momentos pasados, disfrutados. Momentos que están por venir (por fin) relacionados con algo muy lejano al calor.
Cogí la taza de café antes de añadirle la leche y el olor me trajo a la mente un flash de tarde otoño, con su luz especial, con su fresco (que no frío), con su momento dedicado a simplemente disfrutar. Qué ganas. Demasiadas.
Recuerdo momentos maravillosos en uno de mis primeros rincones especiales. En aquel pueblo del interior de València, frente a un bosque que en esas fechas otoñales ya vestía en tonos dorados y marrones, en aquellas tardes que saludaban a la noche mucho antes. En aquella habitación, en aquella terraza, con aquella taza de estética demacrada pero útil, con aquellas vistas.
Simplemente un olor me ha dado esta historia.
Comments