Soy usuario de Twitter desde 2009. Pronto firmaré 13 años en la red social.
He vivido todas sus etapas. La tranquila, la intermedia y la del caos. Es por ello que siento la seguridad de expresar abiertamente algunos pensamientos sobre esta red social que es tan vomitiva como adictiva.
Para empezar, no aguanto Twitter. Llevo varios pensando en por qué sigo actualizando mi cuenta, por qué no me alejo de ese infierno, por qué no doy el paso adelante.
Twitter era mi red social favorita hasta verano de 2016. Aquel mes de agosto firmó un punto de inflexión que, pese a que me repuesto con una personalidad absoluta, sin duda alguna se convirtió en el comienzo del fin.
Pertenezco una primera generación de cuentas que sufrieron censura, que fueron protagonistas de una campaña para silenciarnos y que, en aquel momento, se tradujo en la suspensión de muchas cuentas. Entre ellas, la mía.
Recuerdo la reacción. Odio, negatividad, bromas obscenas, una celebración tan patética como asquerosa. Recuerdo aquellos usuarios ignorantes, limitados, "alegrándose" (estoy convencido absolutamente de que lo hacían para echar el rato), expresando los pocos pensamientos que sus cerebros le permitían crear. Fue asqueroso.
Un equipo de fútbol de la capital de España gastó dinero a una empresa para que un ejército de bots anularan cuentas que, según ellos, eran focos que no podían controlar. Un club sin valores, que hace este tipo de decisiones desde el miedo, desde sus raíces conservadores, y que en un principio incluso celebraron. Gracias a un impresentable en un programa de televisión descubrimos que habíamos sido víctimas de algo que, lamentablemente, hoy ya se sabe.
Todavía busco explicaciones por todo, tanto por la red social (cuyo presidente hacía negocios en el estadio de ese equipo), como por la saña de aquellos seguidores limitados mentalmente y por este club en cuestión que intentó silenciarme. El tiempo pondría a cada uno en su lugar y las celebraciones acabarían decantando la balanza hacia mi lado.
Pero en 2016 no era así el panorama apocalíptico de que Twitter fuera el Apocalipsis. Parecía raro. Y realmente era raro, por ello la gente ignoraba el hecho real de que ese tipo de decisiones, medidas, existían.
De mí se rieron, lo celebraron, ¿por qué ahora se denuncia la falta de libertad de expresión?
Yo recibo odio y comentarios negativos desde 2014 ó 2015, ¿por qué ahora se habla del odio en Twitter?
A mí me censuraron (temporalmente) y privaron mi libertad de expresión, ¿por qué ahora es una injusticia?
A mí me señalan muchas veces, ¿por qué yo no puedo hacer lo mismo?
Cualquier cosa genera debate y polémica, ¿por qué llevo años sintiendo que no puedo hablar abiertamente?
Insisto. Llevo varios años pensando en dejar activamente Twitter, las redes sociales en general. Simplemente a modo profesional. Un community manager viviendo en Modo Avión sería una locura y una falta de profesionalidad. Pero es cierto que la marca @mirondo9 cada vez me resulta más incómoda.
Ahora, debo confesar, me gusta crear contenidos para TikTok. Hasta hace un mes no me llamaba demasiado. Lo había probado para conocer la herramienta, sus opciones, sus posibilidades, pero sin demasiado resultado. Pero en las últimas semanas el perfil ha crecido, ha generado algo más de un millón de visualizaciones y ya suma más de 15.000 likes. Y, más allá de este progreso, la tranquilidad, la falta de odio. Hay gente que comenta, pero comenta/critica lo que se ve en el contenido. No contra mi persona. Eso es muy satisfactorio.
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