Era verano. Iba en el trayecto que me trasladaba desde la redacción del periódico en el que trabajaba hacia casa. Era una noche rara, surrealista, inesperada, sorprendente. No había empezado así, pero las últimas horas antes de salir así lo habían convertido.
Desde Madrid, me enteraba de que los máximos accionistas del Valencia, meses después de firmar una épica remontada liguera para entrar en Champions y ganar una Copa del Rey al FC Barcelona de Leo Messi, habían tomado una decisión que hacía saltar por los aires el proyecto.
Fieles al sentiment faller, pese a que no son valencianos, prendían fuego a todo para empezar de cero. Mateu Alemany iba a dejar de ser director deportivo los días siguientes y, en consecuencia, las posibilidades de que, con él, también se marchara Marcelino García Toral eran muy grandes. Casi de un plumazo, de forma totalmente autodañina, disparándose en el dedo del pie, se prescendiría del director deportivo y del entrenador. Todo ello, insisto, meses después de haber firmado una extraordinaria temporada que había instalado la felicidad, por lo vivido, y la ilusión, por lo que venía el curso siguiente.
Aquella noche. Ahora lo veo, con perspectiva, con la distancia, con el paso del tiempo. Aquella noche se firmó el primer paso de una dinámica tan gris como negativa y tan preocupante como alarmante.
Desde aquella (maldita) noche, todo fue a peor, todo fue cuesta abajo, empezaron a saltar alarmas de forma masiva, cada vez más, las polémicas fueron a más y la gestión de la propiedad acabaría quitándose cualquier máscara para demostrar que sus intereses no estaban precisamente en lo que supone representar a un club histórico.
El Valencia que más preocupa de las últimas décadas. El Valencia más irregular de las últimas décadas. El Valencia que más posibilidades de descender tiene de las últimas décadas. El Valencia que peores decisiones toma de las últimas décadas. Cualquier escenario relacionado con el Valencia, comparado con las últimas décadas, ganará este por goleada.
Estos días he pensado en aquella noche, en aquellos primeros instantes de madrugada, en aquel trayecto de tren escuchando y leyendo todo lo que me llegaba desde la capital del Turia. Aquella noche sentí un resquemor importante, sentí que estaba viviendo algo muy raro. Ahora, me doy cuenta de que realmente estaba viviendo el primer paso hacia una decadencia que puede ser histórica.
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