Recuerdo el año 2010. Lo dejé con mi primera novia tras tres años de relación y me disponía a iniciar mi primera etapa laboral en una productora local de València en la que daría mis primeros pasos en radio y en tareas de producción.
Me recuerdo como un chaval tranquilo, apasionado por la comunicación, soñando con estudiar periodismo, introvertido. Poco a poco empecé a reflexionar, empecé a tener el terrible vicio de pensar y plantearme debates internos, y me di cuenta que no era quien quería ser. No porque no pudiera, sino porque nunca me había planteado cómo quería ser.
Aquellos dos años posteriores, reitero, fueron de mucho pensar, de plantearme situaciones, de mirar al futuro, de empezar a encontrarme, de empezar a fabricar el modelo de persona que tenía en mente. De repente, me di cuenta de que no tenía personalidad. Y no por nada negativo, sino porque no me había dedicado a ello. Creía que tenía preocupaciones, pensamientos o aficiones, pero todo era humo. Llegó una leve brisa y todo se fue al garete.
Ahora, doce años después de aquello, puedo decir que me he convertido en algo parecido a lo que quería. Como diría mi hermana, "Esto es muy tú". Ahora, con mis 32 años, he conseguido madurar lo suficiente como para echar la mirada atrás y sonreír con tranquilidad.
He conseguido trabajar en algunos de los proyectos más importantes del sector profesional al que me dedico. Cuando pensaba en dedicarme a los medios de comunicación siempre supe que era una posibilidad. No sabía que iba a conseguirlo, pero tenía claro que no podía negarme la opción de conseguirlo.
He hecho radio, he trabajado en televisión y he escrito en prensa escrita. Si quería dedicarme a los medios de comunicación, creo que he conseguido sellar las tres casillas existentes. La televisión no me maravilla, de hecho creo que si volviera a estar vinculado a un proyecto televisivo sería en tareas de producción. Eso sí. Lo que sí tengo claro que la prensa escrita ha sido mi gran labor, mi núcleo principal y mi zona de confort, pero los dos años y medio que viví haciendo radio fueron mágicos, extraordinarios e inolvidables. Ojalá pudiera volver a hacer radio con Quique Peña.
Tengo mis grupos de música favoritos que precisamente no permanecen a lo mainstream. No es un acto de orgullo vital ni una fuente para cubrir mi ego. Simplemente que he conseguido que los grupos que quería que me gustaran me gustan. Puede parecer una tontería, un acto sencillo, sin demasiada importancia, pero saber qué grupos me gustan, es una razón importante dentro de mi cabeza.
He conseguido mi estilo a la hora de escribir. Y, sobre todo, hacerlo sin complejos. Con el paso de los años he descubierto que el estilo de un escritor es suyo, de nadie más. Durante mucho tiempo recibía comentarios y simplemente se trataba de gente que quería imponer su criterio, su estilo. Entonces, claro está, mi estilo no encajaba. Sé cómo escribo. Sé cómo me expreso. Es algo maravilloso saber que esa es una herramienta increíble que tengo en mi mano.
He conseguido localizar mi estilo cinematográfico favorito. En consecuencia, tengo actrices y actores favoritos. Estudié Producción de Audiovisuales, Radio y Espectáculos, pero precisamente ocurrió en ese momento delicado de mi vida. Gracias a ese interés técnico, he conseguido crear una red de conceptos que me resultan interesantes. Datos como la procedencia de una película, un documental sobre una persona que me resulta atractiva, o la fotografía de sus planos son razones suficientemente importantes para dejarme llevar.
He vivido cinco veces fuera de casa, en dos ciudades diferentes. Esto me ha ayudado a aprender, a sufrir y a valorar lo que tenía. He conseguido tener un sentimiento que no parecía latir antes de iniciar el cambio de rumbo. He conseguido mejorar relaciones por raro que parezca por la distancia. Ahora puedo decir que durante muchos años viví lejos de casa. Sé que más tarde o más temprano volveré. Madrid es mi casa, pero no mi hogar, y eso tengo muy claro que nunca cambiará.
He conseguido mi estilo como fotógrafo. Partiendo de mis estudios como base y de mi interés como apoyo, he logrado crear mi propio punto de vista. Sé qué quiero transmitir. Sé cómo quiero transmitirlo. Sé qué contenidos me atraen y cuáles no. Sé cómo captar lo que quiero comunicar. Y, por encima de todo, he conseguido rebajar el ruido del qué dirán. Lo hago porque disfruto, porque me gusta, porque me empieza a apasionar.
He aprendido a cocinar. Esto no debería ser algo grandioso, pero me hace sentir bien y completo porque conseguido aprender a cocinar bien. Antes no dedicaba tiempo a ello. Sabía, pero no lo valoraba como era debido. De hecho, era fast food sin ser fast food. Lo hacía rápido, sin cuidado, porque lo único que quería era comer. No me daba cuenta que comer bien es el primer paso a quererse y a valorarse a uno mismo. Ahora puedo hacer los mismos platos, pero mucho más cuidados, mucho más producidos, mucho mejor.
Estoy escribiendo mi primer libro. Esto es una tarea pendiente desde hace años, pero debo reconocer que está más cerca que nunca de poder ser real. Nunca fue una obsesión, pero mi yo interior pensaba de vez en cuando sobre la posibilidad de hacerlo. En principio no había idea alguna. Luego empezaron a surgir algunas propuestas. Finalmente, elegí tres. Una de ellas ya tiene cuerpo y forma. Algún día lo publicaré y sinceramente no sé si lo pondré a la venta. Mi síndrome del impostor sigue latiendo en este sentido.
Estoy reeducándome. No porque tuviera una mala educación ni porque mis padres me dejaran libertad absoluta. Considero que hicieron un buen trabajo (mejorable, eso sí), pero me encuentro en un momento de reeducación porque crecí con ciertos valores que ahora mismo me sobran, me patinan, no se encuentran cómodos con mi actual forma de pensar. Es un proceso duro porque muchas veces hace cuestionarte y darle vueltas a la cabeza sobre si está bien, mal, si creo que debo cambiarlo, o no. Estaba en mi mano y, por ello, es una etapa importante de mi vida.
Comments