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Foto del escritorEsteban Gómez

Sociedad tóxica

Es madrugada. Estoy a oscuras. Suena la Cadena SER en la radio. Os cuento.

He ido a hacer unas gestiones esta tarde. Hacía calor, pero no quedaba otra. Tras una cita, he decidido acercarme a un cajero cercano a casa para pagar unos gastos personales y en apenas 2-3 minutos, en un trayecto corto desde donde me encontraba al banco, he visto varias cosas que interiormente me han producido un pequeño nudo en el estómago. Sociedad tóxica. La gente no disfruta, y quiero pensar que es fruto de las ciudades, de las grandes poblaciones.

Me disponía a cruzar una de las calles más transitadas de mi entorno local. Bajando hacia el banco, un tipo aparcado en doble fila, dentro del único carril sentido Este, paralizando el tráfico, haciendo todo tipo de gestos por algo que todavía no he conseguido descifrar. He querido entender que es el típico enfado de alguien que se encuentra un coche estacionado en la puerta de un garaje. Pero no. Eran esos gestos, pero no había ni garaje, ni placas, ni nada. No entendía nada, y encima, el hombre maldiciendo en voz alta, creando un show que me parecía vergonzoso. Al volver, ya estaba aparcado, pero me provocó un agobio verle en acción que, de verdad, era innecesario.

Pero no quedó ahí. Mientras bajaba, cinco segundos después del tipo del coche, cruzaban de acera una madre con (quiero pensar) su hijo. Al chavalín (de unos 11-12 años) le estaba cayendo una bronca brutal por parte de la madre. A grito pelado, puro nerviosismo, casi fuera de sí. El niño no decía nada, mientras que la mujer no parada de decir cosas que no tenían sentido. Todo en voz alta, como si estuvieran solos. Quise entender que era algo relacionado al colegio. Lo primero que pensé fue algo de notas, pero, sinceramente, seguí mi camino.

Llegando al cajero, un hombre. Hago hincapié en lo de hombre porque, pese a que era joven, ya era adulto, ya sabía de qué va esto de la vida. El típico ser social que va con un móvil a todo volumen en el que sonaba algo relacionado a música. Reggaeton, vamos. ¿Es necesario que todo el mundo escuche tu música? Sea buena, o mala. No es la cuestión. ¿No sabes ponerte unos auriculares y escuchar tu música para ti mismo?

Todo eso en apenas, reitero, 2-3 minutos de trayecto. Me ha dado por pensar en lo tóxico del entorno, en la sociedad tóxica en la que vivimos. Agobios, gente agobiaba, descontrol sentimental por todas partes, everywhere. ¿Es necesario? ¿Es positivo? ¿Es saludable?

Yo lo tengo clarísimo: no. Y es algo que cada vez me afecta más. Es algo que cada vez más hace plantearme lo irme de aquí, lejos, a otro sitio. Es dantesco. Ya no es que sean tóxicos. Es que acaban echando sus problemas sobre el resto, directa o indirectamente. Es una pena.

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