Mi exposición en redes sociales nació de forma relevante en 2009. Me gustaba crear contenido, y me sigue gustando. Mucho, de hecho. Sin embargo, colocarte virtualmente delante de miles de personas que te siguen y muchas otras que llegan de rebote hace que en muchas ocasiones en estos ya 14 años desde aquel momento me haya planteado la idea de desaparecer de la red. Al menos públicamente, al menos en redes sociales.
Me costaría, lo confieso, pero quitar las (pocas) apps que tengo ayudaría mucho y el paso del tiempo haría el esto. Sin embargo, también he intentado ir más allá. En esta sociedad de ritmo vertiginoso, nada saludable, alejada de lo que debería ser óptimo, positivo y natural, ¿podríamos ser totalmente anónimos?
Hablo de ello porque lo dudo. Dudo que pudiéramos serlo. Lo fácil es quitarse de Internet:
Desconexión total de redes sociales.
Compras físicas, de forma presencial.
Un teléfono móvil sin conexión de red.
Consultas bancarias en las oficinas físicas.
Y algunos ejemplos más.
Sin embargo, ¿se puede ser anónimo más allá, en la vida real? Me temo que, si es posible, es muy complicado. Sería complicado porque habría muchas claves para localizarte.
Un pago de una tarjeta bancaria podría resolverse con pagos en efectivo, pero ¿podrían saber en qué oficina bancaria has sacado el dinero?
Las cámaras en la vía pública. No se habla de ello, pero estamos rodeados. El Big Brother es real y casi ni somos conscientes. Podrían localizarnos fácilmente. En ciudades, claro. En poblaciones menores, todo sería más fácil.
Cada cierto tiempo, deberíamos renovar nuestros carnets de forma presencial.
Seguro que si profundizamos un poco más, saldrían muchos ejemplos que nos dejaría muy claro que no, que es muy complicado. Vivimos en una época con multitud de opciones, en la que nos hacen sentir más libres que nunca porque podemos hacer muchísimas más cosas que nuestros antepasados. Pero, ¿eran más libres ellos que nosotras y nosotros?
¿Se puede ser totalmente anónimo?
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