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Foto del escritorEsteban Gómez

¿Que por qué amo el otoño?


En primer lugar, a modo recordatorio, quiero subrayar algo. No por dármelas de entendido, ni mucho menos, sino porque hace un tiempo me las daba de entendido sobre eso y, al darme cuenta de que no era tal, sentí algo parecido a tener que meterme en una cueva durante unos días.


Quizás porque el inglés es un idioma que (sin dominarlo al cien por cien, ni muchísimo menos) está presente en mi día a día, pero tiendo a transcribir mis palabras usando léxico o usos ortográficos de la lengua de Shakespeare. Y no son casos generalizados, ni mi vida se basa en esos 'errores', pero hay palabras que escribo bien en español, pero con técnicas anglosajonas. Me explico con el ejemplo perfecto del que, además, trata este post.


Es primavera, verano, otoño e invierno. No Primavera, Verano, Otoño e Invierno. Al igual que lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado o domingo. En inglés sí, en español no. O eso he aprendido. Quizás ahora haya usado estos tres párrafos que poco o nada tienen que ver con el post para decir algo sin sentido alguno. Pero, a modo consejo, quería hacerme eco.


Hablemos del otoño. Su romanticismo, su purificación, su adiós al (asqueroso) calor, sus paseos, sus atardeceres, su olor o sus sensaciones. Es mi época del año favorita. Quizás porque tiendo a romantizar la vida. Quizás porque tiendo a idealizar cada uno de los planes diarios que llevo a cabo. Me costó un poco ese proceso, pero fue totalmente adquirido por voluntad propia, fue construido con mis propias manos y esa una filosofía de vida que me da eso precisamente, vida.


"¿Cómo la gente no es capaz de amar el otoño?"

Igual que me pregunto "¿Cómo la gente es capaz de amar el verano?" (escribí sobre ello en verano y creo que es mentira, y puro maquillaje) tiendo a preguntarme estos días "¿Cómo la gente no es capaz de amar el otoño?". Otoño es mi época favorita del año. Digamos que a partir de ahora, hasta allá por abril-mayo, viviré en una época de confort personal que me da vida. Sé que es algo personal y que estas palabras nacen de mí, que es una opinión y que simplemente expreso como un pensamiento profundo que no tiene intención alguna de persuadir o convencer. Por suerte, somos muchos los que pensamos así y, ojalá, con estas palabras lleguen a ser leídas por alguien del mismo pensamiento ya será un acierto total.


Qué gustazo es empezar a mirar con buenos ojos los abrigos, abrir el armario y ver expectante ese jersey que te queda tan bien, esos pantalones largos de pitillo que (aunque un servidor no ha dejado de usar) se convertirán en rutina durante meses. Los paseos desde casa hasta el cine sin sudar. Las tazas de café y té calientes. Las primeras lluvias de otoño (son especiales, y lo sabes). Esas primeras píldoras de frío. Ese tan esperado cambio de hora que convertirán las 18:00 de la tarde en el comienzo del ocaso. Esas tardes en las que te quedas frente al ordenador escribiendo y, sin darte cuenta, de repente, te ves a oscuras.


Y mil ejemplos más.


Otoño es lluvia, y la lluvia es vida. Es el riego, la salvia, la vitamina para sanear el ambiente. Ese olor a lluvia y hojas mojadas. Prefiero la lluvia a la nieve, y por eso, creo, siempre tenderé a preferir el otoño. Mientras escribo esto me doy cuenta que, siendo de València, es raro pensar eso cuando he visto nevar dos-tres veces en mi vida, pero es la verdad. Seguramente, los tópicos e historias hayan creado esa idea en mi cabeza, pero la reflexión nace desde ahí y así la expreso.


Creo que el otoño en la antagonía de la primavera. Dos casos similares, parecidos, no idénticos pero con ciertos parentescos. Son épocas del año en las que no sabes si coger el abrigo porque sales a andar o pasear y en el sol hace calor, pero en la sombra hace frío. Son épocas de vida y muerte, de fallecer y renacer. Épocas en las que las hojas caen y luego renacen. Los amantes del calor celebran la primavera y detestan el otoño. Los amantes del frío dicen irónicamente con tristeza "Adiós" al verano dando la bienvenida al otoño porque saben que viene el invierno.


O eso creo.


Sigo sin entender cómo la gente no ama el otoño. Aunque realmente sí lo entiendo, sí estoy convencido de que la gente ama el otoño y mi negación pública nace más de la inseguridad de mostrar mi opinión al resto que de lo que realmente pienso. Lo he dicho muchas veces. Creo que la gente no ama el calor, sino lo que ocurre en esa época del año. Las vacaciones, el tiempo libre, las horas de luz, las terrazas, las cervezas (o refrescos)... pero no aman el calor, ni el verano. Es el contexto, no el escenario.


Dicho esto, soy feliz. El otoño ya está aquí. Y mi abrigo marrón, mi parka, mis jerséis, mis pantalones de pitillo, mis camisetas de cuello alto y mis botas, mis viajes en tren lloviendo, mis tardes de cine, y creo sinceramente que también está aquí mi mejor versión.


Este texto nació fruto de la llegada del otoño, pero creo que formará parte de mi próxima newsletter. Si no estás suscrito, puedes hacerlo aquí. El próximo envió será muy especial, porque han pasado cosas interesantes y ha llegado la hora de hablar de ellas.

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