Instagram hace mucho tiempo que dejó de ser mi red social favorita. Lo fue durante un pequeño tramo de tiempo, porque allí no encontraba odio, malos comentarios y el ambiente con la comunidad era diferente, más sano.
Sin embargo, es conocido por todos que la plataforma se ha convertido en un centro comercial, en una empresa que penaliza la inactividad y prioriza el pago por delante de la publicación. Si promocionas tus contenidos, tendrás visibilidad y, en consecuencia, más interacciones. Si no lo haces, morirás en la sombra de un algoritmo horroroso.
Dejé Instagram por muchas razones, incluso desinstalé la app en mi smartphone, pero últimamente estoy colaborando con editoriales y me pareció una idea interesante el poder publicar los libros que me llegan a casa porque me parecen interesantes de verdad. Son libros que pido porque me resultan de interés. Entonces, estoy volviendo a publicar. Desde la versión web por el momento, porque no quiero caer en las redes de su adicción.
Hace unas semanas hice cambios en la sombra que ni comenté ni hice públicos. Borré todas las imágenes relacionadas a fútbol porque ya no siento la plataforma como comunidad de fútbol. No tiene sentido estar pendiente de los últimas horas sin la repercusión esperada. No es que ahora sea un perfil de autor o personal, pero es cierto que a partir de ahora publicaré cuando me apetezca y lo que me apetezca.
Seguramente pierda seguidores. Seguramente los likes bajen considerablemente. Pero confieso que así, sólo así, sin presiones, sin obligaciones, me sentiré mucho más cómodo.
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