Carlos Soler es uno de los futbolistas españoles más en forma del momento. Una pieza clave del esquema del Valencia y de Luis Enrique en la selección española, se ha convertido en un tema de debate en Mestalla porque su futuro no parece estar del todo resuelto.
Su continuidad en el conjunto valencianista es un misterio absoluto. Finaliza contrato en 2023 y en el club le han colocado la etiqueta de jugador con el que obtener beneficios este verano y evitar que salga dentro de un año de forma gratuita.
Ofertas tiene, evidentemente. El club valenciano sabe que es un futbolista deseado, con un buen momento deportivo y, pese a que la lógica llamaría a su protección, todo parece que se resolverá al revés.
Carlos Soler oposita seriamente a ser una de las ventas importantes del Valencia este verano junto a José Luis Gayà y Gonçalo Guedes. Una situación tan surrealista como preocupante, tan infiel a la lógica como triste para el valencianismo.
Pero el caso de Soler ha ido ganando peso como el más mediático por ahora. Un foco informativo con rumores que ya ha empezado a generar críticas contra su figura por una parte del valencianismo.
Unas críticas tan ignorantes como injustas, tan erróneas como inexplicables. De nuevo, como pasó con Ferran Torres, un sector de los aficionados ya empiezan a cargar contra su persona porque su salida parece segura.
Soler, un futbolista referente, uno de los jugadores fijos con España, uno de los profesionales más determinantes de la plantilla. Un valencianista de cuna. Un canterano que cumplió el sueño de no sólo llegar al primer equipo sino de consagrarse a nivel nacional, continental y mundial.
Es injusto criticarle ahora. Es una calamidad señalarle. Es una broma de mal gusto insultarle. Es obsceno olvidarse de que es el club quien quiere y desea venderle para saldar su nefasta gestión. Es una pereza absoluta ver a ciertos aficionados señalándole de nuevo, como se ha hecho de forma rutinaria con todo aquel estandarte que ha salido del club en las últimas décadas.
Es una barbaridad y una falta de ética absoluta. Este tipo de actitudes son argumentos tristes para todo aquel aficionado que juzga a la afición valencianista. Son razonamientos sólidos para dejar en mal lugar a la hora de la generalización a una de las mejores aficiones del mundo.
Soler puede irse. Seguramente se marchará. Pero es un error gigantesco señalarle a él y no al club. Esa es la falta. Esa es la zona a subrayar.
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