El Chelsea no está viviendo la más calmada y regular de sus temporadas. Tanto a nivel deportivo como, sobre todo, institucional el club londinense se ha visto inmerso en todo tipo de informaciones, decisiones, rumores y consecuencias que, todavía hoy, siguen presentando más preguntas que respuestas.
El conjunto inglés oficializó el pasado 7 de mayo la venta del club por parte de Roman Abramovich a un consorcio representado por Todd Boehly, Clearlake Capital, Mark Walter and Hansjoerg Wyss, siendo el primero la imagen más representativa de los nuevos propietarios.
El punto de inflexión es real, oficial, totalmente confirmado. La 'era Abramovich' es una gloriosa historia pasada en la institución y el nuevo escenario presenta un horizonte que, por muy positivo que pueda llegar a ser a medio-largo plazo, no resuelve ninguna de las dudas presentes.
¿Va a seguir siendo solvente la inversión?
La etapa de Roman Abramovich ha sido solvente tanto a nivel económico, primero, y, en consecuencia, deportivo. La enorme inversión ha sido clave para que el Chelsea tenga en sus filas a algunos de los mejores futbolistas del mundo. Esta será la gran clave a resolver. El prestigio que ha conseguido instalar el equipo en las últimas dos décadas ha sido basado en una sólida base monetaria que ha sido tan importante como constante.
¿Cómo van a hacer frente a las salidas de jugadores?
La incertidumbre del proyecto podría provocar la salida de algunos de los jugadores. Christensen y Rüdiger parece que saldrán sí o sí. Otros como Azpilicueta (que renovó pero podrían llegar ofertas), Lukaku, Jorginho o Marcos Alonso también estarían repleto de dudas. Muchos de ellos, defensas, una de las posiciones que más ha sufrido esta temporada, que más bajas podría provocar en los próximos meses y, en consecuencia, que más seriamente deberán ser reforzadas.
¿Seguirá siendo el Chelsea un equipo competitivo?
La clave económica será la base a resolver, pero las consecuencias deportivas serán la gran clave para seguir poniendo nota al proyecto Blue. Casi dos décadas después, la inestabilidad es una amenaza real. No porque los nuevos propietarios no vayan a hacerlo bien, sino porque el siempre cálido apoyo de Abramovich ha desaparecido y las posibilidades de que todo cambie ahora es posible.
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