Me gustaría realizar un reto sobre mi capacidad de desconexión, primero, de móvil y, segundo, de redes sociales. No negaré que estoy enganchado, que necesito pasarme a diario, cada día, por mis respectivos perfiles de redes sociales. Ya sea a nivel personal o profesional, pero a diario en mi rutina aparecen. Creo que no seré el único a quien le ocurre ese escalofrío, esa punzada en el estómago cuando, sin querer, me dejo olvidado el teléfono móvil en casa, o no lo encuentro. Es como si me faltara algo, como que el bolsillo vacío es síntoma de «soledad».
Partiendo de esa necesidad social y popular que está instalada e instaurada, me pregunto a menudo si sería capaz de pasar una semana, apenas siete días, y narrar en un vídeo, a modo de reportaje, mis sensaciones, mis necesidades, si lo echo en falta, si tengo impulsos, si de verdad estoy tan enganchado, o no. Creo que como experimento social sería interesante, porque seguro que dejaría momentos, digamos, curiosos.
También, sin hacer este experimento, estoy convencido de que al cabo de unos días me sentiría mejor. He tenido días de desconexión en mi paraíso particular, donde suelo veranear desde que tengo uso de razón, donde suelo dejarme caer cuando necesito recargar pilas. Por circunstancias varias, ha habido casos en los que he ido allí y no he llevado encima el teléfono móvil y, en consecuencia, he acabado sintiéndome liberado. Suena surrealista, algo exagerado, pero es una realidad que, tristemente, está en millones de personas.
Una intoxicación en forma de dependencia con la que convivimos a diario y que casi tenemos asimilada como natural, como algo normal. Me gustaría realizar un experimento así para luego sacar conclusiones claras, para reencontrarme quizás conmigo mismo.
¿Puedo pasar una semana sin usar el móvil?
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