El VAR (Video Assistant Referee) llegó para cambiar y revolucionar el mundo del fútbol. Afirmaban que iba a instaurar una nueva ley de justicia, que los errores iban a desaparecer y que, ahora sí, las grandes desigualdades de decisiones arbitrales iban a extinguirse.
Eso decían, claro. Afirmaron que la herramienta iba a revolucionar el fútbol... y lo ha hecho. Lo hecho, para mal. Lo ha hecho, con tintes negativos. No sólo no ha acabado con la polémica en el deporte rey, sino que la ha acentuado. Ahora, todo parece mucho más ilógico, todo transmite abiertamente lo que muchos sospechaban y la sensación de que existe manipulación (por mucho que quieran negar) late más que nunca.
¿Por qué no funciona el VAR?
Existen vacíos legales. En un gran porcentaje de acciones, la decisión arbitral sigue siendo relevante. Por lo tanto, nada cambia. Si el colegiado no ve sanción en una jugada concreta, sigue priorizando su decisión.
No existe un criterio unificado. ¿Por qué un penalti se revisa y otros no? ¿Por qué hay veces en las que no se consulta cuando hay dudas? ¿Por qué hay acciones idénticas o muy similares y las consecuencias son totalmente antagónicas?
Las imágenes usadas dejan muchas dudas. Las líneas que se usan para confirmar un fuera de juego, por ejemplo, muchas veces no parecen bien realizadas. Hay acciones que se resuelven con los tiros de cámara menos correctos. Hay jugadas cuyas imágenes salen tarde, pasados minutos, ¿nadie cae en que se pueden editar?
Los intereses entre LaLiga y la RFEF sigue enturbiando todo. La primera, dirige el campeonato. La segunda, dirige a los árbitros. Un cruce de intereses que, en los últimos años, ha creado escenarios tan surrealistas como morbosos y tan poco éticos como vergonzosos para la imagen del fútbol español.
El VAR no ha cambiado nada para bien. Si lo ha hecho, ha sido todo lo contrario. Ha creado nuevos problemas, situaciones que antes no existían y muchas de las situaciones que existían antes, siguen ahí.
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