Mi relación con el fútbol inglés va mucho más allá de lo puramente futbolístico. Desde que empecé a forjar mi personalidad siempre vi en el Reino Unido un rincón romántico gracias al que me permitía el lujo de soñar de forma gratuita.
Por encima de todo, Londres. Sus calles, sus costumbres, sus rincones, su infinita variedad de planes y, claro está, el fútbol. La ciudad inglesa es considerada en letras mayúsculas como una de las grandes capitales del fútbol. Pero, repito, el fútbol era la excusa para dejarme llevar, para soñar con una romántica vida allí. Por aquel entonces soñaba sin filtros, sin pensar en la carísima vida de su rutina, en cómo podría conseguirlo, en cómo me desenvolvería con el idioma.
La Premier League entró en mi vida en un momento delicado. El entorno no era el mejor y su fútbol, sus historias, su realización televisiva, todo lo que generaba sobre su figura, era algo demasiado bonito, interesante e importante como para dejarlo escapar. Gracias al fútbol inglés, confieso, desconecté muchas veces de una etapa complicada que ahora miro como un aprendizaje, pero que por aquel entonces fue relativamente dura.
No veía partidos de fútbol. Me fijaba en los planos televisivos, en los cánticos, en las tradicionales rutinas de sus aficionados, del importante papel de la música, de cómo la gente trataba al fútbol como cultura, como un factor social presente en el día a día. Recuerdo un ejemplo muy claro. Me encontraba en mi habitación viendo un West Han-Swansea y me quedé fascinado con el atardecer que ofrecía la televisión. Empecé a pensar en que no era un atardecer cualquiera, era un atardecer de Londres, de mi admirada Londres. Detalles así, en decenas, forjaron en mí una relación personal de admiración, atracción y casi amor por la máxima competición liguera de las islas británicas.
Actualmente me sigue pasando. Cuando veo un Southampton-Burnley me traslado allí, veo el mapa inglés, localizo la ciudad en el sur del país. Cuando veo un Chelsea-Manchester United siento la vibración de ser uno de los partidos importantes del fin de semana. Cuando veo un Newcastle-Arsenal recuerdo partidos míticos entre ambos y soy consciente del impresionante ambiente y edificación de St. James' Park. Cuando veo un Arsenal-Tottenham me traslado mentalmente a la histórica e histérica rivalidad del North London Derby. Y así con mil casos.
Quise dedicar mi vida laboralmente a ello. Había encontrado mi nicho. Había encontrado mi excusa perfecta para, a través del fútbol, meterme de lleno desde la distancia en todo lo que ofrecía Inglaterra.
Alguna vez he contado cómo me di cuenta de aquello. Una madrugada (el mejor momento del día por aquel entonces porque la casa descansaba), viendo un Inside del Manchester City, dándome cuenta que entendía muchas de las cosas que decían, fijándome en todos aquellos detalles que no salían en un partido, me convencí a mí mismo de que debía enfocar mi marca personal hacia las islas. Luego, semanas después, encontré la posibilidad directa de poder ver el Match of the Day (programa referente de la BBC que muestra los resúmenes y ofrece análisis muy trabajados) y me vi de nuevo, de madrugada, enamorándome con ese paso adelante en mi interés.
La Premier League entró en mi vida de forma directa para satisfacer mis necesidades de volar, para dar un paso que marcaría mi trayectoria profesional años después y para empezar a encontrarme. Hoy, diez años después de aquello, lo recuerdo con cariño, con especial delicadeza y siento la tranquilidad y seguridad absolutas de que fue una buena decisión. Lo que sí me inquieta es que aquella decisión fue puramente personal y jamás pensé en lo que podía conseguir. Lo hice desde el corazón y salió bien, pero siento vértigo cuando a veces me planteo en un hipotético caso en el que no lo hubiera hecho.
La Premier League es mi liga favorita por todo lo anterior, pero también porque considero que ofrece un espectáculo a la altura de nadie en el fútbol europeo. Su realización tiene un alto carácter editorial. Sus planos tienen un sentido estudiado que aportan sin palabras. Su forma de narrar, mucho más pausada, sin rellenar el silencio. Los contenidos que crean de forma secundaria para los aficionados. El trato directo a éstos.
Y, por supuesto, el potencial económico fruto de una organización casi perfecta que permite a los clubes ingleses tener a algunos de los mejores futbolistas del mundo. Cualquier partido es interesante, y no es una afirmación nacida en mi amor por su fútbol. Es una realidad que no sólo late desde hace años, sino que está viviendo uno de los mejores momentos de su historia.
Son muchas razones por las que me gusta la Premier League. Eso sí, nunca, jamás, he querido imponer mi criterio. Primero, porque sería obsceno. Segundo, porque mi pasión no descarta. Sigo más ligas, evidentemente. Tercero, porque mi pasión es puramente personal que nació en un contexto muy marcado, acentuado, con un relieve muy notable.
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