Aquí siempre hemos sido más de frío que de calor, más de otoño/invierno que de verano. Y sí. Lo decimos bien alto, bien fuerte: el verano está sobrevalorado. ¿Sobrevalorado? Sobrevaloradísimo. Es por ello que celebramos esta corriente climatológica que ha dejado aparcado, por fin, el verano, su calor. De hecho, esa gente que afirma preferir el verano por delante del invierno (o el frío) se pasa el verano quejándose del calor. No se sostiene, y lo sabes.
Hoy salí por la mañana para hacer las clásicas compras domésticas por el barrio y lo hice de una forma especial, ya que sabía que iba a ser (por primera vez desde hacía mucho tiempo) con mi parka, con mi querida parka de color verde. Ese momento en el que ya te das cuenta que necesitas salir abrigado, aunque sea con una camisa de manga larga. Ya no es suficiente con una camiseta. Ese momento en el que sabes, por fin, que el calor queda atrás, que el verano se ha superado.
Y ahora, por fin, frío, tazas de café caliente, conversaciones en cafeterías y no en terrazas, abrigos, gorros, y pronto tardes que dan la bienvenida a la noche mucho antes. «Nos quitan una hora de sol», dicen los mismos que se quejan del calor en agosto. Las mismas personas.
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