Sé que puede sonar feo, incluso raro viniendo de alguien que dedica su día a día al mundo del fútbol y las redes sociales desde hace años. Pero en cierta medida, no es mentira, no es ninguna tontería.
Hace como 7-8 años, me impuse una meta. Quería vivir del fútbol, quería que el fútbol se convirtiera en mi forma de vida, en mi estilo de vivir el día a día. ¿Sabéis? En ese momento quería hacerlo, pensaba en vivir en una solitaria casa de una aldea donde mis padres tienen una casa desde hace años, donde viví grandes recuerdos de mi infancia. Quería irme allí, casi aislado, y vivir mi vida de forma autónoma. Un router con Internet, y a vivir, a trabajar desde allí. Mis ideas, mi ordenador, y yo. Fue el primer impulso. Todavía no he conseguido ese reto. No lo descarto, me sigue pareciendo una idea fascinante para dedicarme en cuerpo y alma a mi pasión.
He pasado periodos de tiempo de desconexión allí. Un mes, varias semanas, y sentía esa sensación que ansiaba. Pero reconozco que tanta desconexión no acababa siendo buena. Entonces, vuelta a la normalidad.
Digo todo esto porque he convertido mi grandes pasiones, la comunicación y el fútbol, en mi forma de vida. Eran mis dos piezas fundamentales, y desde hace unos años se les unieron las redes sociales. La gran herramienta de difusión para un nuevo mundo que ya está impuesto, que ya está normalizado y que me tiene enamorado. Soy un privilegiado por poder dedicar mi vida a mis grandes pasiones. Pero, ¿sabéis? Tiene algo negativo, o mejor dicho, «negativo»: nunca desconecto.
Muchos días no vería fútbol, muchos días dedicaría las noches a desconectar, a leer, a ver series, películas, a otros proyectos que tengo aparcados, pero no, acabo sentado frente a la televisión, frente al ordenador, con mi libreta Oxford, con mi bolígrafo Bic, atento a cositas que ocurren, para luego ver resúmenes, para ver programas y contenidos. Y siento eso precisamente. Hay muchos días que no me apetece, que necesito desconectar, pero cuando tu gran pasión es tu trabajo lo de la desconexión necesaria es bastante complicado.
Y es cuando planteo lo de que «Ojalá no me gustara el fútbol». Tendría un tiempo libre que ahora no tengo muchas veces, podría hacer decenas de cosas que no hago porque, por unas cosas y otras, siempre acabo dedicando tiempo al fútbol, a la comunicación, a las redes sociales, a mis proyectos personales. Es decisión mía, decisión propia. Nadie me ha obligado a ello, pero igual que tiene cosas maravillosas luego existen puntos como el comentado, cuando quieres desconectar pero aparece ese gusanillo, esa sensación innata.
Evidentemente me encanta el fútbol, me apasiona la comunicación y me enamoran las redes sociales como herramienta de difusión. Mi marca personal es algo que valoro muchísimo, y estoy orgulloso del camino recorrido, de aquella decisión, pero es difícil desconectar en este mundo en el que todo el mundo está conectado en cualquier lugar, en cualquier momento, donde las 24 horas del día, los 7 días de la semana, están pasando cosas, donde nunca se para, donde siempre pasa algo, donde si desapareces una tarde (ya no digo un día) pareces haber estado viviendo un año en Marte.
La era de lo fugaz, de lo inmediato, de la sobreinformación, con sus cosas positivas, pero también con sus consecuencias «negativas».
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