De repente, un día, una tarde, una noche, te das cuenta. Te das cuenta de que algo no sólo te gusta, sino que te atrae, sino que llega a obsesionar. Esa obsesión te lleva a indagar, a investigar, a practicar en el caso de temas prácticos como las artes.
Recientemente, durante un podcast que ahora, sinceramente, no recuerdo, comentaron cómo una pasión puede acabar en obsesión. O al revés. Y quiero exponer algunos intereses recientes, de los últimos dos años, que me han acabado obsesionando de forma sana. De repente, como decía al principio, llega a ti un nuevo interés, y te interesa, te interesa mucho, te interesa cada vez más.
Fotografía, escritura, geografía, big data, Bellas Artes. Llegan, se instalan casi de repente, por un algoritmo, por un cruce en una librería, por consejo de una persona conocida. Llegan, se instalan, y como te dejes llevar, como decidas meterte de lleno, acabas obsesionado.
Y no es algo negativo. Una pasión sin obsesión, quizás no sea tal, quizás no exista como tal, quizás ni siquiera podría considerarse una pasión. No puedes tener una buena escritura si no escribes mucho. No puedes llegar a tu estilo fotográfico si no practicas lo suficiente. No puedes desenvolver con soltura tus trazos de acuarela si no lo intentas, te equivocas y lo vuelves a intentar.
¿Puede una pasión existir, latir, sin una obsesión? Personalmente, creo que no.
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