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No soy Relaciones Públicas

Planteo dos situaciones, dos contextos: 1. Tengo un gran público detrás de mi marca personal en redes sociales. 2. Sigo manteniendo mi esencia al compartir los contenidos que me parecen interesantes, sin más. Partiendo de esto, en ocasiones me encuentro situaciones raras, inesperadas. Como digo, una de mis bases siempre ha sido compartir contenidos (imágenes, vídeos, links…) que me interesan, que me generan atracción, y es por ello que creo que puede ser interesante para el resto. Así de sencillo, ladies and gentlemen.

Bien. El pasado jueves encontré en mi estantería el número 58 de la revista Panenka. Es de hace unos meses, no es el último número publicado, pero me maravilló y de vez en cuando me gusta revisar revistas, libros, links, que me han aportado, que me gustaron en su día. Es como ese momento en el que te apetece Coca-Cola fresca y el primer trago (ese en el que el gas y la cafeína hacen el ‘orgasm-effect’ en el cerebro) entra en tu garganta, haciéndote incluso lagrimear.

Como digo, me encontré el número 58 de Panenka, una revista dedicada a la relación entre fútbol y periodismo. Un monográfico dedicado a mis dos grandes pasiones. ¿Cómo dejarlo pasar desapercibido? Entre sus páginas encontré auténticos tesoros en forma de textos, de artículos de opinión que, tal y como los leía, mi cabeza no paraba de lanzar estímulos emocionales. Me encantó, como podéis imaginar.

Es por ello que volví a encontrarlo, porque seguramente sea una de mis lecturas para el próximo viaje de desconexión. Entonces, decidí recordar que ese número de la revista es mayúsculo, magnífico, para mí, pero también una recomendación casi obligada para todo aquel periodista, aspirante a ello, o simplemente amante de la comunicación. Así lo compartí en mi Instagram Stories. Sin más. Quería compartir eso, quería compartir ese preciso y concreto momento de mi jueves.

Dejé aparcado el smartphone sin pensar en que podía haberme expuesto al problema que comentaba al principio. Ese en el que comparto las cosas por mí, principalmente, porque me gusta, porque quiero expresar. Pero claro, expuse eso ante miles de personas, y cuando volví a entrar en Instagram me encontré 10-15 mensajes directos al respecto. Todos preguntaban si lo recomendaba (sí, esa gente que hace preguntas gratuitas, automáticas, sin pensarlas realmente), dónde podían comprarla, si se podía comprar en Sudamérica…

De repente me di cuenta que sí, el mensaje había calada. Eso que me había gustado tanto, había llamado la atención de otras personas. Pero también me veía obligado, en cierta medida, a contestar, a ser una especie de relaciones públicas de la revista Panenka, sin tener ninguna relación con ellos, sin formar parte de su proyecto. Un simple gesto de publicidad gratuita, por amor al arte, por la innata necesidad de que la gente descubra que, según mis gustos, hay cosas interesantes y que quizás desconozcan.

Contesté a todos. No cuesta nada, me llevó no más de 5 minutos, pero al mismo tiempo me planteé la pregunta, ¿debo contestar este tipo de mensajes? ¿Tengo la obligación de contestar a la gente que me pregunta? ¿Tener muchos seguidores me obliga a ello? Realmente, me provocó un agobio personal. No me apetecía tener que dar esas explicaciones. No me apetecía convertirme en un relaciones públicas a cambio de nada, porque realmente no recibo nada. De hecho, esa revista me costó dinero en su día, como cada mes cuando acudo a mi quiosco de confianza a comprarla.

Me pasa en general. ¿Debo contestar a mis menciones en Twitter, a mis comentarios y mensajes en Instagram, a mis comentarios de vídeos en YouTube? ¿No hacerlo me convierte en un estúpido, en un influencer alejado de sus seguidores? Hace años contestaba a todo. Seguramente el volumen de impactos exteriores era mucho menor y ahora mayor, pero ¿no contestar es algo negativo para mi marca personal?

Intento hacer balance. No contesto a todo, porque muchas veces son comentarios tan simples, y absurdos, que directamente hago como que no los leo, pero otras veces algo innato me dice que lo haga. Pero sí es cierto que ya me ha pasado varias veces eso de recomendar un producto, porque así lo siento, sin más, y de repente recibo impactos de gente pidiendo información al respecto. ¿Debo contestar y ser «buen tío y cercano, o debo dejarlo estar y que entiendan por sí mismos que no es tan difícil entender que existen webs oficiales, y similares, donde evidentemente estará la información que buscan?

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