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No es un libro cualquiera


Hoy cuento, narro, la historia de un libro llamado ‘Football Leaks’. No es un libro cualquiera, ni por su temática en particular ni por la historia personal que tiene el ejemplar que veis este post. La historia objetiva es la de un libro que destapa documentos filtrados de cláusulas en contratos firmados y reales dentro del universo casi infinito del planeta fútbol. Unas cláusulas que no todas ellas son, digamos, éticas. Documentos desclasificados, secretos, que desvelan tramas ocultas en un fútbol (al que muchos acompañan del calificativo «moderno») que hace tiempo que dejó pernoctar casi de forma rutinaria al negocio, perdiendo poco a poco su esencia. Un pozo hondo, oscuro, que en su fondo más profundo da cabida a un sinfín de túneles subterráneos que, a su vez, permiten ser escondite de algunas de las historias más sorprendentes que cualquier aficionado podría imaginar.

La historia personal es la que vengo a contar aquí porque el ejemplar que podéis ver a continuación no es un ejemplar cualquiera. Es mi ejemplar, tiene una historia personal, un contexto personal y un viaje que jamás olvidaré por su experiencia, su magia, su romanticismo y, sobre todo, ahora, su añoranza.

Hace casi un año hice un viaje a Inglaterra. Todavía recuerdo aquel primer frame, aquel primer impacto visual, aquel primer estímulo que casi me hizo llorar. Sobrevolábamos todavía el mar. Escuchaba un podcast para intentar no pensar (aunque era difícil) en que debajo de nuestros pies no había nada, que volábamos, que íbamos en avión, que la suerte ya estaba echada hasta que tomásemos tierra. Pero por esa ventanilla, vimos algo. Algo que quedaría marcado para toda mi vida. «Mira, eso ya es Inglaterra». Miré con miedo, con cierto vértigo, pero vi una costa, por fin tierra después de haber sobrevolado el Canal de la Mancha. No sé si de miedo, de respeto, de «por fin, aquí estoy» o simplemente de saber que en un rato aterrizaría en mi lugar más soñado. Pero, sí, llegué a emocionarme. Aquel «Mira, eso ya es Inglaterra» fue una liberación. Iba a cumplir un sueño.

Aterrizamos en Londres sobre las 15:00 de la tarde, hora local. Todo en orden. Un vuelo tranquilo (o eso dijeron, ya que yo tuve algún que otro susto). Tras pasar esa jungla llamada control de seguridad, por fin, cogimos nuestras maletas, con nuestras mochilas en las espaldas, y buscamos la máquina de billetes de tren para ir hasta nuestra querida gran parada: Londres. Todavía sigo sintiendo ese cosquilleo, ese ‘no sé qué’ de saber que aquel viaje fue maravilloso y muy especial. Sobre las 17:00 ya estábamos en el hotel, habiendo dejado las maletas, incluso habiendo llamado a casa. El impacto era real. Estaba allí. De verdad. Ya no eran sueños románticos, ni platónicos. Estaba en Londres, al lado del centro financiero de la City, en una cafetería-bar («Look mum, no hands!», nunca olvidaré que allí comí por primera vez en Reino Unido) comiendo. Era un sitio muy bonito, muy acogedor. De hecho, ahora que lo pienso, es curioso que nunca más volvimos allí a tomar algo.

Estuvimos una semana en Londres. Una semana llena de altibajos, de agobios, de momentos de calma, de descubrimientos, de laberintos bajo ese hipnótico (pero a la vez brutal) lugar llamado metro. Una semana que, reconozco, no disfruté tanto como debiera haber hecho. Quizás por el impacto de ir a los sitios más turísticos, repletos de gente. Pero ahora, con calma, recuerdo con un sentimiento muy especial en el pecho. Ains.

Estuvimos una semana allí porque la segunda semana viajamos a Exeter, tras un viaje de casi dos horas en tren que seguramente narre algún día. Ir a Exeter fue casi más especial que estar en Londres, por raro que parezca. Pero volvamos a la capital. Pasaron muchas cosas. Descubrimos muchísimos lugares. Cafeterías, bares, rincones, pequeñas calles, grandes avenidas, esquinas solitarias, esquinas masivamente populares, y librerías. Unas librerías que convirtieron aquella mañana-tarde en un momento súper especial. ¡Qué sitios tan maravillosos! Fue ahí donde conocí al protagonista que habéis visto arriba. Ese libro que recopila cláusulas de fútbol expuestas por Football Leaks, y que todavía no he leído, también es cierto.

Pero, entonces, ¿por qué es especial? Porque siempre que lo veo acabo observándolo varios segundos. Su portada, su idioma, pero sobre todo saber que nació en Reino Unido, que nos conocimos en aquella enorme librería y que quiso venir conmigo de vuelta en aquel vuelo Londres-Madrid. Ver ese libro me recordará de forma eterna que estuve allí, que aquello fue real. Y, evidentemente, volveré. Volveré a ir a Londres, al Reino Unido, seguro, vamos. Seguramente incluso disfrutaré más, hablaré más inglés, me sentiré más cómodo. Pero, ¿sabéis? Nunca más será la primera vez. Esto es como los besos. Ahora besaremos infinitamente mejor que nuestra primera vez, pero aquella primera vez siempre será nuestra primera vez. Y mi primera vez en Londres tuvo en ese libro un bonito recuerdo.

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