Quiero hablar de Madrid e intentaré darle una comparativa a mi siguiente explicación: entre semana y fin de semana.
Madrid tiene varias caras que he ido descubriendo con el paso de los años, en mi día a día, en muchos de los momentos de la rutina, y he llegado a la conclusión de que esta ciudad vive momentos muy diferentes, muy distanciados entre sí y me llama mucho la atención.
A nivel de rutina, es increíble la diferencia abismal que ofrece la ciudad, por ejemplo, un miércoles y un sábado, o un martes y un domingo. Lo noto sobre todo por la mañana, cuando hago mi rutina de deporte.
Entre semana, ruido, agobio, prisas, tráfico (mucho tráfico), mucha gente, movimiento por los cuatro costados. El fin de semana, calma, casi sin gente, casi sin tráfico. Parecen dos ciudades diferentes. No parece que sea el mismo sitio, la misma calle. Es increíble. Por eso llega incluso a molestarme cuando llega el lunes y, de repente, me tengo que enfrentar a una jungla de asfalto así.
Siempre acabo pensando que un día entre semana (a esas horas, claro está) es el claro ejemplo de cómo todo gira de una forma concreta. Todos a la vez, todos en la misma dirección, todos por la misma obligación. Me cuesta no acabar pensando en un rebaño, y me indigna. Aunque luego el cansancio del deporte me acaba quitando esos pensamientos.
Es cierto que también encuentro otra diferencia muy clara. Suelo hacer un gran porcentaje de mi rutina deportiva en El Retiro, y es muy notable la variación de gente con la que me cruzo de lunes a viernes o el fin de semana. Entre semana, hay gente, pero en valores razonables. Los fines de semana, hay bastante más gente.
Es lo raro. Entre semana, mucho agobio en la ciudad y más tranquilidad en El Retiro. El fin de semana, bastante menos agobio en las calles y más ambiente en El Retiro.
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