14 minutos. Ni siquiera un cuarto de hora. El tiempo que tardó Lukaku en meterse en el bolsillo a la afición del Chelsea.
Uno de los grandes fichajes del verano (con permiso de Messi y Grealish), sin lugar a dudas. Su espectacular momento de forma a nivel de clubes y selecciones, sumado a los 115 millones de euros que pagó el Chelsea para cerrar su traspaso procedente del Inter de Milán, crearon un aura de futbolista a seguir muy de cerca esta temporada.
Y pronto dejó claro que no ha vuelto para dejarse llevar. Pronto dejó muy claro a conocidos y extraños que vuelve mucho más maduro, más centrado, con mucho más aprendizaje, con mucho más fútbol, con facultades técnicas y físicas que van más allá del objetivo del gol.
Lukaku es uno de los mejores delanteros del planeta y su debut ante el Arsenal el pasado domingo creó (por si no fuera suficiente) una expectación desorbitada que ha hecho aumentar los argumentos sólidos en Stamford Bridge para soñar con poder conquistar la Premier League.
El Chelsea está firmando un buen verano. Campeón de la UEFA Supercup y dos victorias en dos partidos ligueros (sin encajar gol) permiten a los Blues encarar estas primeras semanas con mucha ilusión. Y si a este escenario se le añade un actor principal como Romelu Lukaku, es imposible no caer a la tentación de este proyecto.
Nunca rindió de forma excelsa en el Chelsea. Sí en el West Bromwich Albion, sí en el Everton y sí en el Inter de Milán. No lo hizo como se esperaba en el Manchester United y no consiguió consolidarse en Stamford Bridge. Pero ha vuelto. Vuelve a Inglaterra, vuelve a la Premier League y vuelve a un Chelsea donde sabe, personalmente, que es una espina clavada.
El belga firmó el regreso soñado. A los 14 minutos de derbi londinense ante el Arsenal llegó su primer gol. La asistencia de lujo de Reece James era medio gol y Lukaku 'sólo' tuvo que empujar el balón a la portería. La grada visitante estalló de júbilo. El resto del estadio, tras el tanto y la celebración silenciando a los presentes, le convirtió en su foco.
Si juntamos un traspaso multimillonario, a uno de los mejores jugadores del mundo, al campeón de Europa, a una plantilla espectacular, a un entrenador que se ha ganado el respeto del Viejo Continente y el escaparate de uno de los clubes más conocidos del planeta, el fichaje se convierte en algo universal. Y como guinda, como regalo, un debut con gol y victoria ante un rival territorial.
La expectación con Lukaku era enorme. El tráiler visto tras su llegada a Londres llamaba en masa a los aficionados a las mejores salas del país. Todos querían verle en acción. Todos querían ver la nueva megaproducción de Abramovich. Y ahora, tras el debut, mucho más.
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