Me hacía ilusión publicar el vídeo de esta semana. Cumplía un año en YouTube y llevaba unos días preparando con ganas ese vídeo, pero finalmente no va a salir el día esperado. Es la cara oscura del creador, la sombra que nadie ve, que probablemente desconozca, pero que existe, que hay que vivirla.
No estoy en mi residencia habitual. Buscando cambiar de aires, que no desconectar, me vine a este paraíso particular sabiendo que aquí las conexiones a Internet no abundan, son limitadas, tanto en cantidad como en calidad. Pero la experiencia del verano pasado no me llamó a la alerta. Acudí al mismo bar (sí, un bar) donde encontré una buena conexión hace un año, donde arrancó el canal, pero me he llevado una desagradable sorpresa en esta ocasión.
Sí que había Internet, sí que había conexión, pero por unos problemas de red (que estaban afectando también a móviles) era imposible subir un vídeo a YouTube. Además, un vídeo que era el más largo y el más pesado de todos los que he subido durante este año. Se juntaron todos los factores favorables a poder hacerlo. Me fastidió, lo reconozco, porque quería publicar ese vídeo especial.
Pero no queda ahí el lado oscuro. Como digo, no estoy en mi casa habitual. Es la residencia, digamos, de verano, y como tuve que desplazarme al pueblo de al lado, tuve que ir andando porque no disponía de vehículo para ir. No, tampoco nadie que me hiciera el favor. Se juntaron todos los factores en contra. Es decir, tuve que caminar como 40 minutos en plena tarde veraniega, en plena tarde calurosa de agosto para publicar un vídeo que, por otra parte, no me va a generar ningún beneficio económico.
Sumemos el agobio y estrés de tener que publicar un vídeo con la incerteza de no saber si la conexión iba a ser buena, o mala, de tener que caminar cerca de 4 kilómetros a las 18:00 horas de una tarde de agosto, con su calor, con sus cansancios, para luego nada. Para luego absolutamente nada.
Es la cara oculta, la que no se ve, la que nadie valora precisamente por eso, porque no es visible.
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