Paso a diario por una tienda de deportes. Una tienda de deportes que tiene en su escaparate un pantalón que me gusta mucho. Me gusta mucho por su estilo y por su color.
Lo llevo viendo varias semanas y ayer, de camino a otro lugar, decidí pasar para preguntar el precio.
La chica que me atendió, curiosamente, no lo encontraba. No lo encontraba por algo muy concreto y, a su vez, desconcertante. No lo encontraba porque estaba mirando en la sección de hombre... y el pantalón era de mujer.
Tras varios segundos buscándolo sin éxito: "Ah, ese pantalón. Es que es de mujer". Me llamó la atención y me generó una serie de preguntas que, ahora mismo cuando escribo esto, sigo teniendo.
Mi primera reacción fue "¿Y?", sobre todo porque me gustaba. Me sigue gustando. La chica no supo decirme demasiado por qué era de mujer. Entonces, ¿por qué es de mujer? ¿Por qué tuvo que "pararme los pies" dándome a entender que no era mí?
Me sigue gustando. De hecho, creo que voy a volver para probármelo, porque si me viene bien, se vendrá a casa.
Es curioso cómo una prenda unisex, sin género (lo entendería con otras prendas, aunque tampoco del todo), generó esa situación, esa sorpresa, ese estímulo (porque me ha dado para venir aquí y escribir) y esa duda de si debo, o no, comprármelo.
Si lo acabo comprando, aquí volveré para mostrarlo.
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