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Foto del escritorEsteban Gómez

¿El romanticismo del fútbol inglés maquilla la locura?


La Premier League está viviendo el tramo más esperado y romántico del año. Comenzando por el pasado Boxing Day el día 26 y siguiendo por la jornada 20 y 21. Un periodo de fútbol que al aficionado ofrece un menú de tres jornadas de fútbol en menos de diez días. Una auténtica montaña rusa que, una vez más, ha colocado al país británico en el foco de los aficionados al fútbol.


Una oferta deportiva extraordinaria para el aficionado. Fútbol prácticamente todos los días, con varios encuentros, con algunos de los equipos más mediáticos y poderosos del mundo, con el siempre inigualable ambiente inglés. Una propuesta prácticamente irrechazable. Más todavía cuando se localiza en unas fiestas navideñas que plantea escenarios vacacionales para mucha gente.


La mezcla perfecta que, un año más, ha deleitado a conocidos y extraños del campeonato.


Sin embargo, cada vez son más las voces críticas procedentes del mundo del fútbol. Los profesionales que se ven sometidos a esta enorme carga de partidos, que hacen frente a un calendario tan rotundo como exigente, ya no silencian sus opiniones contrarias a la disputa de este periodo tan romántico. Romántico es, sin duda, pero para los futbolistas es una locura física.


La Premier League se ha caracterizado los últimos años por acoger cada vez más a algunos de los catalogados mejores entrenadores del mundo. Técnicos laureados, de prestigio, capaces de provocar metamorfosis en los vestuarios y acabar ganando títulos. Sin duda, un argumento de peso a favor del torneo. Sin embargo, la gran mayoría son extranjeros, que han militado en otras ligas, en las que sí se produce la pausa invernal.

La situación es clara. Entrenadores que asumen el calendario, pero ejercen su libertad de expresión para posicionarse en contra por la enorme carga de trabajo y riesgo de lesiones que conlleva. Y no les falta razón. No sólo es el periodo navideño inglés, sino que las grandes federaciones y la FIFA siguen aumentando la cantidad de partidos anuales y el resultado sólo puede tener consecuencias negativas.


El número de lesiones aumenta a finales de diciembre y otra consecuencia indirecta es el número de rotaciones que ejercen los entrenadores. Si los campeonatos no cambian, se ven forzados a rotar, a cambiar, a dar descanso, porque si no la consecuencia sí puede ser grave.

El aficionado lo celebra. Sin embargo, objetivamente, es tensar una cuerda que muchos jugadores ya denuncian y que cada vez más son las estrellas mediáticas (con su gran escaparate) las que se posicionan en esa corriente.


El romanticismo inglés lo inunda todo, pero no acaba de maquillar (cada vez le cuesta más) el exigente trabajo que precisa a los clubes y los profesionales.


¿Vale la pena o deberían realizar un breve parón como ocurre en el resto de grandes ligas?

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