Lo que tiene vivir en el centro de Madrid, rodeado de restaurantes, bares y cafeterías. Y todo dedicado al turismo, claro:
Por la mañana, dulce.
Al medio día, brasas.
Por la noche, fritos.
Y así cada día.
En invierno, bueno, se lleva. No es necesario abrir las ventanas demasiado tiempo y son detalles de los que casi ni te enteras. Pero en verano... ay en verano.
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