Compartía hoy en mis perfiles de redes sociales una secuencia de imágenes que recreaban en frames seleccionados el histórico y eternamente recordado gol de Andrés Iniesta en la Final de la Copa del Mundo. No me digáis por qué. Ni se cumplen años, ni ha ocurrido nada con Iniesta, ni tampoco ha pasado nada con la selección española. Simplemente vi la imagen y automáticamente me vi buscando y seleccionando cuidadosamente cuatro fotografías del momento.
Quiero compartir una aquí en el blog. La primera de ellas. Me parece la más tensa, la más competida, la más importante. En la segunda, el balón ya ha sido ganado por Iniesta y van der Vaart ha perdido el duelo, en la tercera el balón ya ha salido despedido y ha batido a Stekelenburg, y la cuarta ya es historia de nuestro país. Pero la primera es la más importante. Fijaros. Fijaros bien. Analizadla. Iniesta quiere golpear, van der Vaart quiere impedirlo. En ese preciso instante el balón está en el aire. No tiene dueño. Ni es para los neerlandeses, ni es para los españoles. Ahí está, ahí se encuentra, suspendida en el aire, ignorante de que en milésimas de segundo va a marcar el destino futbolístico de dos países en la Final de la Copa del mundo 2010. Pero ahí, justo ahí, justo en ese preciso instante, no había pasado nada. En ese momento no había nadie llorando ni de felicidad ni de tristeza. En ese momento no habían ganadores ni vencidos. En ese instante no había nada resuelto. Es ahí, justo ahí, cuando el destino apretó esa tecla roja del panel de control. Fue ahí, justo ahí, cuando todo cambió.
Comments