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Foto del escritorEsteban Gómez

A los locos nos verán bailando




Seguramente, os suene el nombre de un tal Kylian Mbappé. Un futbolista determinante, muy bueno, que milita en las filas del París Saint-Germain, que defiende los colores de su país, Francia, y que está considerado como uno de los mejores del planeta fútbol.


Quizás también os suene un nombre nórdico como Erling Haaland. Un delantero exquisito, con un hambre voraz, con una capacidad de definir a gol a la altura (nunca mejor dicho) de muy pocos en el mundo y que milita en las filas del Manchester City y que representa internacionalmente a Noruega.


Pese a que son, seguramente, dos de los profesionales más en forma del momento, los premios oficiales han apuntado en el último año hacia la figura de un Leo Messi que, ya siendo en activo uno de los mejores futbolistas de la historia, se ha llevado todos los galardones.


Aquí no entraremos en ese debate popular que valora, desde a saber qué puntos de vista, si Messi lo merece. Para ello, están las expertas y expertos que laten en redes sociales. No aquí. Lo que valoraremos aquí es esa sensación de locura que produce el chico pelirrojo que brilla desde hace años con luz propia en el Etihad Stadium. Un tal Kevin De Bruyne.


Decía IZAL en su tema El Baile, allá por 2015, que, ante el fin del mundo, "a los locos nos verán bailando". Y no se trata de bailar, ni de locura explícita. Es un estado emocional alejado de la corriente popular más firme que late, grita, vomita y expulsa a todas aquellas personas.


De Bruyne es un futbolista descomunal, extraordinario, exquisito y cualquier término relacionado a la excelencia. Podría ser perfectamente el mejor del mundo. Cuestión de gustos, pero es una afirmación muy defendible. El problema sería (si es que es un problema) valorar quien debe estar en la primera plaza mundial, pero decir que De Bruyne es uno de los mejores, es incuestionable.


Aquí la clave es dejar que miren hacia Mbappé, que sigan mirando hacia allí, que sigan creyendo que es el mejor del mundo de forma rotunda. Es dejar que sigan asignándole una importancia vital sin que sea real, que sigan obsesionados, que sigan inventando, mareando la perdiz. Se vienen meses de Mbappé. Así de previsible, y aburrido, es. El atacante galo volverá a llevarse decenas de titulares, informaciones, rumores. Todo ello, pese a que no interesa tanto el tema. Quieren que te interese, pero ya no interesa. En 2023, tras varios años de mareo, se esfuma todo.


Que miren hacia el Paseo de la Castellana. Que miren hacia el Parc des Princes. Y que no miren hacia la zona Sky Blue. Que no lo hagan. Que nos dejen bailar a los locos que seguimos a Kevin De Bruyne, su fútbol, su capacidad innata de marcar la diferencia y su magia futbolística.


Si no es el mejor del mundo, poco le falta. Nadie le supera, seguramente. Pocos le igualan actualmente.

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