Soñar es maravilloso. Pero soñar sabiendo que esas metas son viables, más. Un sueño que sabes que vas a cumplir es una sensación indescriptible y generará un extra de motivación y energía que ayudará probablemente a la consecución final.
Si uno viaja al Merseyside, a orillas del río Mersey, donde el mítico grupo The Beattles firmó las bases de su legendaria trayectoria, encontrará a un Liverpool que sueña despierto. El conjunto de Jurgen Klopp aspira a ser nuevamente campeón de liga en Inglaterra y mientras las opciones matemáticas digan lo contrario seguirán luchando, peleando, para volver a tocar con sus propias manos el éxito. Ilusión, explosión de sentimientos, una felicidad mayúscula. La victoria del Liverpool el pasado fin de semana contra el Southampton, en el St. Mary's Stadium, supuso un importante gesto que demuestra las aspiraciones de los Reds. Los Saints se adelantaron con el buen gol de Long, pero los visitantes abrieron la caja de su varita mágica para que la calidad presumible de su ataque hiciera acto de presencia. Remontaron y recuperaron el liderato. A nivel deportivo, matemático, 3 puntos importantes para no facilitar el objetivo de su máximo rival por el título, Manchester City. Son conscientes de que se trata de un reto grande, que plantar cara a este equipo dirigido por Pep Guardiola (buscando reeditar título) son palabras mayores, pero mientras las opciones sean reales, mientras puedan matemáticamente van a seguir aspirando al título, van a seguir soñando, y esa motivación entremezclada con ilusión quedó claramente reflejada en las celebraciones del conjunto Red (de violeta frente al Southampton).
Puro éxtasis, felicidad extrema. Celebraciones dignas de una final europea que suponen títulos. Festejos que reflejaban el desahogo de quien se quita un peso de encima. El contexto llamaba a ello. El Liverpool no puede fallar, se exige el máximo, ya que son conscientes de que el Manchester City va a fallar poco en estas últimas semanas de temporada y si encima fallan, si además cedes terreno y facilitas sus aspiraciones, el tema no puede acabar bien para los intereses aspiracionales en Anfield. Es por ello que la exigencia es altísima, catalogando todos los encuentros como auténticas finales, con un calendario cargado de partidos (ya que siguen vivos en Champions League) que apretará todavía más las cuerdas de la presión. Y ahí, la locura, la felicidad elevada al infinito. No fue casualidad que Mohamed Salah y Henderson escenificaran celebraciones cargadas de éxtasis, repletas de felicidad extrema, cuando marcaron el 1-2 y el definitivo 1-3 respectivamente. El primero sellaba la remontada, mientras que el segundo firmaba la sentencia. Goles que devolvían la calma, que volvían a encaminar por la senda positiva las aspiraciones deportivas del equipo.