Iba a ser una temporada diferente. Diferente, que no más fácil ni por ello más complicada. Un nuevo contexto, un nuevo horizonte y decenas de dudas en la que iba a ser la primera campaña sin la figura del histórico Arsène Wenger en el banquillo del Arsenal. Una Emery y su staff técnico, los elegidos para el cambio, para guiar el proyecto y para abrir una nueva etapa en la zona roja del Norte de Londres. Por un lado, los detractores de Wenger, esperanzados. Sin Wenger, todo debía a ir a mejor. Por otro lado, los que querían seguir con su figura, pese a que el club iba sin rumbo y convivía con una peligrosa rutina que llevaba al equipo a un precipicio. Un cruce de frentes que debía ir de la mano porque el adiós del técnico francés era oficial y la llegada de Emery era un hecho. A partir de ahí, ¿qué ocurriría? ¿Qué cambiaría? ¿Cómo iba a traducirse? Y, lo más importante, ¿cuánto iba a durar la transición? Existían muchas preguntas para muchas dudas por resolver. Tras varios meses, todo empieza a confirmar los peores presagios: el Arsenal vuelve a ser un equipo irregular que no aspirará a nada en territorio doméstico. Es cierto que el Arsenal ha firmado buenos partidos, ha dejado grandes momentos de fútbol, pero deportivamente existen ciertos puntos en común que reflejan pocos cambios. Los Gunners han encadenado buenas semanas, pero cuando el calendario presentaba grandes citas, partidos ante grandes rivales, el desenlace era el de siempre. Se puede decir que el Arsenal ha rendido bien ante equipos menores, en los que las diferencias económicas y deportivas eran palpables, pero luego ante rivales de identidad, ante equipos que pelean de forma directa por los grandes objetivos (ese selecto grupo conocido en Inglaterra como Big Six), el nivel del equipo ha bajado considerablemente y los porcentajes de fiabilidad han vuelto a dejar claro algo: la vida sigue igual sin Wenger. El Arsenal sigue vivo en Europa League, pero ni aspira al título liguero, ni a ninguna de las dos copas oficiales del país británico. La misma historia de las últimas temporadas pero con protagonistas diferentes. Y ante el Tottenham volvió a quedar claro lo que ya es rutina. Bien ante rivales inferiores, irregular en grandes citas. Bien es cierto que ante el Chelsea, hace unas semanas, plantaron cara y ganaron a sus vecinos londinenses, pero se trataba de una cita de altos vuelos y de vital relevancia para ellos. Si caían, decían adiós a puestos europeos casi de forma definitiva, y salvaron el matchball, pero probablemente fue la única excepción de una nueva temporada de decepciones. La figura de Emery está consolidada en Europa y su llegada a Inglaterra le abría una nueva etapa. Un aire fresco que debe todavía consolidarse en el ambiente, que debe todavía instalarse de forma vital en el Emirates Stadium y muchos son los que miran con buenos ojos la próxima temporada. Con total confianza, ya se asentados, con el conocimiento total (o mayor) del contexto del club, del entorno, sabiendo lo que el club puede ofrecer, habiendo asentado unas bases y aspirando de forma más sólida a grandes cosas. Sin embargo, hasta entonces, este Arsenal ha vuelto a dejar claro que sus aspiraciones deportivas no van a ser definitivamente novedosas y en el mes de marzo todo ha vuelto a quedar relegado a un objetivo similar al de la pasada temporada, cuando dejaron atrás puestos de Champions para pelear por Europa League. Aquel paso atrás fue la guinda, el factor más relevante para el adiós de Arsène Wenger, y ahora todo apunta a que va a ser muy similar. El aire fresco permanece. La crítica omnipresente en las gradas locales del Emirates y de las gradas visitantes de los diferentes estadios que visitaba el Arsenal han desaparecido. Es un paso adelante. Pero a nivel deportivo el conjunto londinense está firmando una nueva temporada que muchos ya han visto anteriormente.
Artículo publicado en mi colaboración semanal con Legalbet.