No he visto Lost. No he visto Juego de Tronos. No he visto Breaking Bad. No he visto Velvet. No he visto House of Cards. No he visto Narcos. No he visto Misfits. No he visto Orange is the New Black. Y mil casos más de series mainstreams, de esas que, de repente, se ponen de moda y parece que tienes que ver sí o sí, casi de forma obligatoria, para saber de qué hablan tus compañeros de clase o trabajo al día siguiente.
Sigo modas, claro. Soy persona y, por ello, en mayor o menor medida son sensible, débil, a caer en las corrientes sociales que inundan a diario nuestras cabezas con sus perfectos impactos emocionales. Claro. Pero no es la tónica. No suelo caer, de primeras, en esas masas populares. Si algo lo veo, si algo lo consumo, si algo lo sigo, es por voluntad propia, porque de verdad me atrae, porque de verdad siento que cubro una necesidad personal, y no de otros.
Digo todo esto porque soy de ver este tipo de contenidos en otros momentos, incluso años después, cuando ya no es moda, cuando ya no tendré con quien hablar porque al no ser moda ya no será tema trending, porque si dices en pleno 2017 que estás viendo los primeros capítulos de Lost habrá gente que mirará a los lados para luego concluir de forma sentencial en un "Pero, ¿de dónde has salido, bonito?". Pero yo lo hago. Lo hago porque me gusta, porque siempre he sido diferente, porque me ha gustado ir un poco a contracorriente, aunque, como he dicho antes, no sea radical. Sí, yo también he llevado moño hipster, yo también llevo gafas de pasta, yo también he tenido Tamagotchi, yo también he comprado FIFA 17 el primer día, en su lanzamiento. Claro. Pero no es mi tónica.
De hecho, en muchos aspectos, estoy alejado de ello. Y me gusta. Me hace sentir orgulloso porque me di cuenta hace unos años que, por fin, sabía lo que quería. ¿Os ha pasado ese momento en el que te das cuenta que te has encontrado a ti mismo, que sabes lo que quieres, que sabes lo que te gusta de verdad? Pues ahí me di cuenta que una parte romántica de mí (esa que se resiste al formato digital a la hora de leer, por ejemplo) existía, y sigue. Ahí está, en mi día a día.
Mamá, no soy mainstream.